En Oye Gabriela, la autora Elisa Clark nos sumerge en un laberinto narrativo que gira en torno a la figura enigmática de Gabriela Mistral, la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura. Lejos de una biografía convencional, esta novela se presenta como un juego de espejos y una exploración de los intersticios de la creación literaria.
Desde la portada, que muestra a la propia Clark sentada en la Biblioteca Nacional, queda claro que la identificación entre autora y personaje es un elemento central de la obra. La protagonista, Regina Coelli, se encuentra atrapada en esa misma biblioteca, intentando en vano escribir una ponencia sobre Mistral, en lo que se puede interpretar como una metáfora del proceso recursivo de escribir sobre escritores.
Un Misterio Inasible
El misterio de los archivos privados de Mistral se convierte en el eje central de la novela, pero Clark se resiste a la tentación de revelarlos por completo. En su lugar, prefiere mantenerlos como fragmentos lacunares, rastros imprecisos que contribuyen a perfilar a la poeta como una figura seductora, fugitiva e inaprensible, a la manera de Cesárea Tinajero en Los Detectives Salvajes de Roberto Bolaño.
Lejos de la Mistral romantizada que describió Carla Guelfenbein en Contigo en la Distancia, la Gabriela Mistral de Clark es corpórea, maciza, terrenal, con una personalidad posesiva, contradictoria y exigente. Se la presenta como víctima y victimaria en sus relaciones amorosas, y se la describe inmersa en un proceso creativo vertiginoso, que la lleva a arrugar papeles recién escritos que otros tendrán que recoger tras ella.
Un Mundo Literario Corroído y Absurdo
Junto a la historia de Regina Coelli, Clark despliega una amplia variedad de capítulos breves en los que se desarrolla, de manera fragmentaria, una red de historias y de personajes que se entrelazan y enredan en una nueva madeja. Profesores alcohólicos, investigadores inescrupulosos, periodistas embriagados por la polémica, estudiantes desequilibrados, escritores egocéntricos y burócratas vanidosos circulan por bares, conferencias, encuentros diplomáticos y bibliotecas.
Clark parece particularmente atraída por presentar las pequeñas miserias de un mundillo literario corroído por envidias, fracasos, precariedad y frustraciones, iluminado a su vez por un sincero amor por la literatura. Abundan las situaciones absurdas y tragicómicas a las que accedemos gracias a una prosa irónica e inventiva.
Una Novela Autoconsciente y Laberíntica
Desde la primera página, Oye Gabriela le solicita al lector una fuerte dosis de complicidad. Lo invita, con socarronería, a dejarse llevar por una estructura cuyos meandros no siempre comprenderá. Estamos ante una novela donde la lógica causal del relato importa mucho menos que la creación de un universo propio.
Como en una montaña rusa, el vértigo que asalta al recorrer sus páginas es parte fundamental del placer de la lectura. Clark nos sumerge en un laberinto narrativo que desafía los límites de la ficción, en una exploración autoconsciente del proceso creativo y de las relaciones íntimas de una de las figuras más emblemáticas de la literatura latinoamericana.
