El imponente portaaviones USS Gerald R. Ford, el más grande del mundo, se ha sumado a la enorme acumulación de fuerzas navales que Estados Unidos mantiene en aguas del mar Caribe frente a Venezuela. Según el Pentágono, su objetivo es «interrumpir el tráfico de narcóticos y degradar y desmantelar las organizaciones criminales transnacionales». Sin embargo, este despliegue parece ir mucho más allá de la lucha antidrogas, revelando una estrategia geopolítica más amplia de Washington en la región.
Desde que fue puesto en servicio en 2017, el USS Gerald R. Ford no ha tenido implicación directa en ningún conflicto armado. Pero ahora es sumado a lo que el Gobierno de Donald Trump ha definido como una operación antidrogas, en la que han sido atacados 19 botes, con un saldo de más de 70 personas muertas, calificadas por Estados Unidos como «narcoterroristas».
Más que Poder de Fuego: El Valor Simbólico del Despliegue
Según el analista internacional y de geopolítica Néstor Prieto, «el USS Gerald R. Ford tiene un valor simbólico muy alto, porque es el principal buque de la Armada estadounidense». Más allá de su enorme poder de fuego, el portaaviones ofrecerá un respaldo de inteligencia, militar y tecnológico fundamental a cualquier operación que Trump tenga pensada con semejante acumulación de fuerzas.
«Multiplica sustancialmente las capacidades de coordinación, aumenta las opciones de éxito de ataques, por sus equipos tan sofisticados, y ofrece unas posibilidades logísticas muy grandes, como que los aviones puedan repostar o el enorme equipo humano que puede albergar», explica Prieto.
¿Narcotráfico o Intereses Geopolíticos?
Sin embargo, para el analista, ni la mera disuasión ni el argumento del combate al narcotráfico justifican un despliegue de esta naturaleza, según las teorías clásicas de guerra y operativos militares. «Por eso es tan significativo que llegue ese buque», precisa Prieto, quien suma a su argumento los recientes sobrevuelos de aviones caza sobre el Caribe o la rehabilitación de antiguas bases en desuso en Puerto Rico y Panamá, lo que «muestra un patrón claro de escalada y de creciente influencia militar en la región».
Prieto atribuye la tibieza de la mayoría de los aliados occidentales de Washington al hecho de que «tal vez nadie sepa, salvo Trump y la alta jerarquía militar estadounidense, qué está ocurriendo». Lo cierto es que el cada vez más notorio coro de voces que cuestionan la legalidad de estas operaciones puede convertirse en pasto para la también creciente oposición a Trump.
Regreso a los Viejos Libretos
Para el analista, Trump ha optado por abandonar el pragmatismo de los últimos gobiernos estadounidenses, que se apartaron del libreto de intervenciones directas en América Latina, por temor al «costo político de las dictaduras militares del pasado».
«Trump es consciente de que atacar directamente Venezuela tendría un impacto muy grande. Necesitaba un pretexto y creo que ha encontrado el adecuado en el narcotráfico, aunque los datos estadísticos no sustenten que una estrategia antinarcóticos tenga que llevar este nivel de violencia», afirma Prieto.
En este contexto, se ha «generado un marco, un contexto de crisis política, unos elementos simbólicos que le sirven a Estados Unidos para justificar sus acciones», como el cuestionamiento de los resultados electorales en Venezuela o el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a la líder opositora María Corina Machado.
Mientras tanto, no hay indicadores que señalen un papel particularmente protagónico de Venezuela en el tráfico de drogas hacia Estados Unidos. Al contrario, el consenso de monitores del crimen organizado apunta al Pacífico como una ruta mucho más activa que el Caribe. Esto sugiere que el gigantesco despliegue militar en la región persigue objetivos que no necesariamente se relacionan con el narcotráfico.
Conclusión: Más allá de la Lucha Antidrogas
El despliegue del USS Gerald R. Ford en el Caribe trasciende la supuesta lucha antidrogas y revela una estrategia geopolítica más amplia de Estados Unidos en la región. Más que poder de fuego, el portaaviones ofrece un valor simbólico y un respaldo tecnológico y logístico que podrían servir a intereses que van más allá del combate al narcotráfico. La comunidad internacional observa con creciente preocupación este escalamiento militar, cuestionando su legalidad y sus verdaderos propósitos.