El asesinato de Sara Millerey, una joven trans en Colombia, ha conmocionado a la nación y desatado una ola de indignación y exigencias de justicia. El crimen, catalogado como un «crimen de odio», ocurrió el 4 de abril en la región de Antioquia, donde la víctima fue brutalmente golpeada, con algunas de sus extremidades rotas, y posteriormente arrojada a un río, donde agonizó por horas antes de morir.
Según los relatos, un grupo de sujetos atacó a Sara, sometiéndola a una tortura atroz antes de lanzarla al agua. Aunque se ha circulado un video del hecho, su veracidad aún no ha sido comprobada. El cuerpo de Sara fue rescatado por la policía y llevado a un centro asistencial en el pueblo de Bello, donde finalmente falleció.
La alcaldesa de Bello, Lorena González Ospina, se mostró profundamente afectada por lo ocurrido, calificando el acto como «atroz y cargado de odio». Por su parte, el presidente colombiano, Gustavo Petro, condenó el crimen y lo equiparó al fascismo, señalando que «hay nazis en Colombia».
Una Vida Truncada y una Familia Destrozada
Sara Millerey provenía de una familia tradicional de la región, pero se había distanciado de su padre, quien no respetaba su identidad de género. Sin embargo, mantenía una buena relación con su madre, Sandra Borja, y su hermana.
En sus últimos años, Sara se había propuesto escribir sus memorias y se había alejado de la Iglesia Católica, aunque conservaba una «fe intacta». También había superado problemas de consumo de drogas en su adolescencia.
En el funeral de Sara, su madre hizo un llamado desesperado: «Queremos pedir que se haga justicia, esto no puede pasar por alto, hoy fue ella y mañana puede ser cualquiera«. Lamentablemente, hasta el momento, no se han realizado arrestos en relación con este crimen.
Un Crimen que Sacude la Conciencia Nacional
El asesinato de Sara Millerey ha generado una profunda conmoción en Colombia, evidenciando la persistencia de la violencia y la discriminación contra la comunidad LGBTQ+ en el país. Este caso ha reavivado el debate sobre la necesidad de implementar medidas efectivas para proteger los derechos y la seguridad de las personas trans, y ha exigido a las autoridades que actúen con rapidez y determinación para llevar a los responsables ante la justicia.
La tragedia de Sara Millerey es un recordatorio doloroso de que aún queda mucho por hacer para erradicar los crímenes de odio y garantizar la igualdad y la dignidad de todas las personas, independientemente de su identidad de género. Su muerte ha conmovido a la nación y ha generado un llamado urgente a la acción, con la esperanza de que su legado inspire un cambio duradero y una sociedad más justa e inclusiva.
