Cuando T.V.R. y su pareja decidieron disfrutar de una comida en un popular restaurante de parrillas en Argentina, jamás imaginaron que su velada terminaría de una manera tan inesperada y turbulenta.
Todo comenzó cuando T.V.R. notó que en su plato de provoleta (un queso argentino a la parrilla) había una hormiga negra. Sorprendido y con el apetito arruinado, decidió informar a la mesera sobre lo sucedido. Sin embargo, la respuesta de la joven lo dejó aún más indignado: «Bueno, es solo una hormiga, tampoco es para tanto».
Pese a la actitud despreocupada de la mesera, T.V.R. y su pareja decidieron retirarse del local sin hacer mayor alboroto. Pero lo que vino a continuación los dejó completamente atónitos. Cuando se dirigían a su auto, la mesera salió del restaurante acompañada de un hombre, quien se acercó y comenzó a patear violentamente el vehículo de T.V.R.
«Me abolló el guardabarro delantero derecho y metió el espejo retrovisor hacia adentro. Tuve que frenar por el impacto, pero luego seguí de largo para no generar problemas y porque la calle está jodida», relató T.V.R., aún conmocionado por la reacción desmedida del empleado.
Mientras ocurría este incidente, la mesera gritaba desde la entrada del local: «No exagere, es solo un insecto». Pero para T.V.R., la situación había escalado mucho más allá de una simple queja por una hormiga en la comida.
Tras el ataque a su automóvil, T.V.R. se dirigió a la comisaría más cercana para presentar una denuncia. Además, intentó dejar un reclamo en el sitio web del restaurante, donde se encontró con una ola de críticas de otros clientes que habían vivido experiencias similares.
Este incidente pone de manifiesto la importancia de que los establecimientos de servicio al público manejen con profesionalismo y empatía las quejas de los clientes, incluso ante situaciones aparentemente menores. La reacción desmedida del empleado no solo dañó el vehículo de T.V.R., sino que también perjudicó gravemente la reputación del restaurante.
