En un giro inesperado, el Presidente Gabriel Boric decidió este año iniciar las celebraciones del 18 de septiembre desde la región de La Pampilla, en lugar de la tradicional ceremonia en Santiago. Si bien esto no supuso la suspensión del acto en la capital, algunos reaccionaron como si el país se hubiese quedado sin bandera ni cueca.
Figuras como Jorge Alessandri y Axel Káiser se apresuraron a denunciar que se estaba «rompiendo una tradición», exigiendo «respeto» por el protocolo habitual. Pero, ¿acaso la patria se reduce a una escenografía predeterminada? ¿Qué les dolió más: la descentralización o no ser el centro del encuadre?
Lo irónico es que estos mismos críticos han hablado antes de la necesidad de descentralizar el poder y acercarlo más a la gente. Sin embargo, cuando ese discurso se vuelve gesto, «se les viene el alma al suelo». Parece que para ellos, «la patria entera les cabe en una fonda y un salón» de Santiago.
Celebrando la Diversidad de Chile
Pero la realidad es que la cueca sonó en ambas partes del país, y la empanada se comió por igual. La ceremonia en La Pampilla no fue un desaire, sino un recordatorio de que las regiones también celebran, también existen, también importan. El Presidente puede y debe estar donde esté el pueblo, no solo donde está la prensa centralizada.
Mientras en Coquimbo se bailaba con viento marino y tierra en los zapatos, en Santiago algunos se ofendían como si el 18 tuviera copyright. Chile no se rompe por cambiar el orden del protocolo, sino cuando la política se transforma en escándalo permanente, y algunos se dedican a animar polémicas inútiles en lugar de legislar para la gente.
Más Allá de la Escenografía
En lugar de defender la «tradición» a base de zapateo simbólico, quizás sería mejor que estos críticos aprendieran a bailar la cueca de verdad. Porque si van a defender lo nuestro, deberían partir por saber dar un paso básico antes de gritar traición.
Mientras la ciudadanía pide soluciones reales —mejor salud, pensiones dignas, seguridad, educación— hay quienes siguen peleando por el orden en donde se da el vamos a nuestras fiestas patrias. Y ahí está, como siempre, el verdadero escándalo.
