En un movimiento que evoca el pasado bélico de Estados Unidos, el presidente Donald Trump ha firmado una orden ejecutiva para renombrar el Departamento de Defensa como el Departamento de Guerra. Este cambio simbólico, que restaura el nombre utilizado desde 1789 hasta 1947, tiene implicaciones más profundas que podrían marcar un giro en la política de defensa del país.
Trump justificó la medida argumentando que el nuevo nombre es «más apropiado, especialmente a la luz de la situación del mundo» y que bajo esa denominación, Estados Unidos «obtuvo algunas de sus más grandes victorias militares». El mandatario también afirmó que el país tiene «el Ejército más fuerte del mundo», lo que sugiere una postura más agresiva y orientada al conflicto.
Un retorno al «espíritu guerrero»
El secretario a cargo del Departamento, Pete Hegseth, insistió en que «no se trata solo de cambiar el nombre, se trata de restaurar el espíritu guerrero» del Ejército estadounidense. Por su parte, el general Dan Caine, jefe del Estado Mayor Conjunto, prometió a Trump que el Departamento de Guerra «va a luchar de manera decisiva, no en conflictos interminables» y que «va a pasar a la ofensiva, no solo a la defensiva».
Estos comentarios reflejan un cambio de mentalidad, alejándose de la postura más diplomática y defensiva del Departamento de Defensa hacia una visión más agresiva y orientada a la victoria militar. Esto podría tener implicaciones significativas en la forma en que Estados Unidos aborda los conflictos internacionales en el futuro.
¿Implicaciones estructurales?
Aún se desconoce si el Congreso deberá aprobar el cambio de nombre, lo que podría generar debates y resistencia. Además, no está claro si esta medida conllevará cambios estructurales en el funcionamiento del Pentágono.
Sin embargo, el simple hecho de volver al nombre «Departamento de Guerra» envía un mensaje claro sobre las prioridades y la filosofía de la Administración Trump en materia de defensa y seguridad nacional. Este giro simbólico podría ser el preludio de una transformación más profunda en la forma en que Estados Unidos proyecta su poder militar en el escenario global.
