La Ola, la última película del aclamado director chileno Sebastián Lelio, es una obra maestra que desafía los límites del cine y nos sumerge en una poderosa exploración de los conflictos sociales que sacuden las universidades. Lejos de ser una simple revisión de los hechos, Lelio ha creado una pieza conceptualmente original que utiliza el lenguaje del musical para revelar capas de significado y complejidad que van más allá de lo evidente.
Ambientada en el contexto de las movilizaciones feministas de 2018 en Santiago, La Ola sigue a una protagonista que se encuentra en el centro de múltiples denuncias de abuso y conductas inapropiadas por parte de docentes y estudiantes. Pero en lugar de limitarse a narrar los acontecimientos, Lelio ha optado por una aproximación innovadora, utilizando el género musical como un vehículo para exponer las tensiones, disputas y argumentos que subyacen en estos conflictos.
Un Musical Transformador
Según el propio Lelio, el género musical le permite «decir cosas cuando las palabras no bastan». Al alejarse del realismo convencional, el director logra abordar temas delicados con una perspectiva fresca y accesible. Los números musicales, las coreografías y las puestas en escena se convierten en herramientas para revelar la energía, las cualidades y los matices de los diferentes grupos y personajes involucrados.
Pero La Ola no es solo un experimento formal. Lelio utiliza sabiamente el lenguaje del musical para invitarnos a cuestionar, comprender y dialogar sobre la complejidad de los temas abordados. Al alejarnos de lo familiar, el director nos ofrece una nueva forma de mirar y procesar realidades que, de otro modo, podrían resultar demasiado duras o generar rechazo.
Una Polifonía Caleidoscópica
Uno de los aspectos más destacados de La Ola es su estructura coral y polifónica. Lejos de centrarse en una sola protagonista, la película presenta una multiplicidad de voces y grupos que se forman, se disuelven y se reconfiguran constantemente. Esta dinámica cambiante, casi como un caleidoscopio, refleja la naturaleza fluida y compleja de los conflictos sociales.
Además, el elenco de La Ola está compuesto en su mayoría por jóvenes actores y actrices debutantes, lo que agrega una frescura y autenticidad a la representación de estos personajes. Pero, de manera sutil, Lelio también introduce algunos rostros conocidos, como si quisiera recordarnos que estos temas nos conciernen a todos, independientemente de nuestro estatus o posición.
Una Ciudad como Protagonista
Otro elemento clave en La Ola es la forma en que Lelio utiliza los espacios de la ciudad de Santiago como un personaje más. Al entrelazar diversos lugares emblemáticos, como el Instituto Nacional, la Casa Central de la Universidad de Chile y el Archivo Nacional, el director crea una nueva realidad espacial que refleja la interconexión de los temas abordados.
Esta ciudad «reconstruida» en la película no solo es cautivadora en sí misma, sino que también es coherente con el contenido de la obra. Nos recuerda que los abusos de poder, las denuncias y las movilizaciones pueden ocurrir en cualquier lugar donde existan desequilibrios de poder, ya sea en una universidad, una institución cultural o cualquier otro ámbito de la sociedad.
Una Invitación a la Reflexión
En última instancia, La Ola no es solo una película sobre un conflicto universitario. Es una invitación a cuestionar, comprender y dialogar sobre temas que nos conciernen a todos. Al utilizar el lenguaje del musical, Lelio logra remover las aguas, sacudir nuestras percepciones y dejarnos con una sensación de urgencia por construir una sociedad más justa y equitativa.
La Ola es una obra maestra que demuestra el poder transformador del cine. Lejos de ser una simple revisión de los hechos, es una pieza conceptualmente original que nos sumerge en una experiencia cautivadora y nos invita a reflexionar sobre nuestro propio papel en la construcción de un mundo mejor.