En un hecho que sacude a la comunidad internacional, al menos 16 presos ucranianos han perdido la vida tras un ataque del Ejército ruso contra una cárcel en la región de Zaporiyia, en el sureste de Ucrania. El Ministerio de Justicia de Ucrania confirmó que el ataque, perpetrado poco antes de la medianoche, dejó 17 reclusos muertos y 42 heridos, algunos de ellos de gravedad.
Según las autoridades, Rusia empleó cuatro bombas aéreas guiadas de gran potencia para llevar a cabo este ataque, que destruyó por completo la cantina del penal y causó daños sustanciales en el edificio administrativo y en el área de aislamiento sanitario. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, condenó enérgicamente este «ataque deliberado e intencional» contra civiles, calificándolo como un crimen de guerra.
Rusia niega responsabilidad
Sin embargo, el Kremlin ha negado categóricamente su autoría en este ataque. El portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov, afirmó que «el Ejército ruso no ataca objetivos civiles» y que los ataques se dirigen únicamente contra «infraestructura militar y cuasimilitar».
Pero Zelenski refutó esta versión, asegurando que «los rusos sabían perfectamente que estaban atacando a civiles en esas instalaciones» y que no puede tratarse de un accidente. El presidente ucraniano también informó de otros ataques rusos que dejaron 3 muertos en un hospital y 5 en la localidad de Boríspil.
Un crimen de guerra que sacude al mundo
Este ataque contra un centro penitenciario ha sido condenado a nivel internacional como un flagrante crimen de guerra que viola el derecho humanitario. Según el Ministerio de Justicia ucraniano, «este ataque demuestra de nuevo cómo las fuerzas armadas de la Federación Rusa violan flagrantemente la ley humanitaria internacional».
La comunidad global exige ahora que Rusia rinda cuentas por este acto atroz. Mientras tanto, Ucrania y sus aliados continúan luchando por preservar la vida y la dignidad de los civiles atrapados en este conflicto devastador.
