En un momento en que la ciudadanía chilena atraviesa una profunda crisis de confianza en sus líderes políticos, es imperativo repensar los criterios que deben guiar la selección de quienes ocupan cargos de poder. La percepción generalizada es que la clase dirigente actual carece de los méritos y la experiencia necesarios para gobernar de manera eficiente y ética, lo que ha llevado al país a condiciones críticas en lo económico, político, social y cultural.
La Urgencia de la Meritocracia
Si bien la meritocracia es un sistema cuestionado por generar desigualdades, no es menos cierto que una enorme cantidad de personas que ocupan cargos públicos importantes, tanto de elección popular como designados, no cumplen con un perfil mínimo ni tienen méritos significativos para ejercer sus responsabilidades. Desde deportistas y modelos hasta humoristas y activistas sociales, han logrado llegar a espacios de poder sin contar con la formación, experiencia y competencias estratégicas requeridas.
Elementos Clave del Mérito
Para evaluar a los candidatos, la ciudadanía debe considerar elementos valiosos que constituyen méritos, como:
- Trayectorias laborales en el sector privado
- Formación profesional y grados académicos (incluyendo tesis finales y especializaciones)
- Publicaciones científicas
- Reconocimientos y condecoraciones
- Experiencia que demuestre competencias estratégicas, liderazgo y capacidad de negociación
- Trayectoria moral intachable
Estos méritos revelan esfuerzos personales, disciplina y capacidad de establecer y alcanzar objetivos, respaldando moralmente a quienes se postulan para presentar visiones de futuro para la sociedad.
Reconstruyendo la Confianza Ciudadana
Es hora de que la ciudadanía realice un ejercicio crítico y repiense el juego del poder. Votar «por la persona» y no por el partido ha demostrado ser un criterio nefasto. Ahora es el momento de establecer nuevos estándares y exigir que quienes ocupen cargos públicos cuenten con los méritos y la experiencia necesarios para gobernar de manera eficiente y ética.
Solo así podremos reconstruir la confianza ciudadana, recuperar la esperanza y encauzar a Chile hacia un futuro más próspero y justo.