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Cuando Cuidar Enferma: La Lucha Silenciosa de las Familias Ante la Crisis de Salud Mental Infantil

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Cuando Cuidar Enferma: La Lucha Silenciosa de las Familias Ante la Crisis de Salud Mental Infantil

Hace unas semanas, el hijo de 12 años de Mariangel colapsó emocionalmente. Un niño sensible y brillante, quebrado por dentro. Lo vieron temblar de angustia, llorar sin consuelo, apagarse frente a sus ojos. Y nada los preparó para eso.

El diagnóstico fue claro: un cuadro ansioso depresivo severo. Los especialistas reconocieron que los centros no están hechos para niños y que la hospitalización domiciliaria podría ser lo más humano. Así comenzó una carrera desgastante por encontrar ayuda real, que finalmente llegó en forma de la clínica Domycare. Pero el tratamiento es carísimo y no tiene cobertura, porque en este país, la salud mental infantil no se ve como un derecho, sino como un gasto.

Mariangel se quebró. Después de días sin dormir, de contener crisis, de hacerse la fuerte mientras su alma se rompía, colapsó. Su psiquiatra le dio una licencia médica de 21 días, pero el peritaje dictaminó que era «reposo injustificado». Como si cuidar a un hijo en crisis no bastara, como si quebrarse por sostenerlo no doliera.

Volvió a trabajar, pero duró solo tres días. La segunda licencia de 30 días fue directamente rechazada. Fue solo después de que Mariangel compartiera su historia en LinkedIn que la licencia fue finalmente aprobada. Pero ¿qué pasa con quienes no tienen una tribuna?

Actualmente, el hijo de Mariangel fue dado de alta de la hospitalización domiciliaria. El tratamiento continúa, pero sin saber hasta cuándo. No volverá a clases este año, y la angustia que le provoca es abrumadora. La contención sigue siendo urgente, diaria, desgastante. Mariangel aprende a «sonreír con miedo, a contener mientras tiembla, a sostener mientras se rompe».

Esta no es solo la historia de Mariangel. Es la de miles de familias que cuidan en silencio, madres que se enferman por contener, padres que hacen malabares para resistir, hermanos que se esconden para no molestar, hijos que se quiebran sin que nadie los escuche. La salud mental infantil en Chile está abandonada, sin acceso, sin contención, sin justicia.

Mariangel comparte su desgarradora experiencia con la esperanza de que su dolor se transforme en ayuda para quienes hoy se sienten solos. Porque cuidar no puede ser un castigo, y la protección del alma de un niño debe ser una urgencia nacional.

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