La reciente propuesta de reforma tributaria anunciada por el Ministro de Hacienda, Mario Marcel, ha generado un intenso debate sobre si se trata de una medida justa y efectiva para impulsar la economía, o simplemente un parche temporal.
Por un lado, la eliminación del Impuesto de Primera Categoría para pequeñas empresas y la implementación del monotributo de 1 UTM serían un respiro significativo para los emprendedores, quienes han enfrentado enormes desafíos durante la crisis económica. Asimismo, las deducciones por arriendos y los ajustes al crédito por educación para la clase media, junto con el límite de contribuciones para adultos mayores vulnerables, son iniciativas que podrían brindar un alivio tangible a estos sectores.
¿Quién asumirá el costo?
Sin embargo, el gran interrogante es: ¿cómo se financiarán estos beneficios? Según las estimaciones, los US$ 1.000 millones anuales que demandan estas medidas se compensarán con alzas en otros gravámenes, recayendo principalmente en los tramos más altos del impuesto personal, fondos de inversión y herencias/donaciones.
Aunque la lógica de que quienes más tienen deben contribuir más es comprensible, preocupa el efecto real de estas alzas. El regreso al esquema del Global Complementario de 2014 y los ajustes a los fondos de inversión, si bien buscan una mayor equidad, deben evaluarse cuidadosamente para evitar una posible fuga de capitales o un desincentivo a la inversión.
Más allá de un parche
Lo que se necesita, según expertos como Rafael Aldunate, presidente del Instituto Libertad, es que esta reforma tributaria se convierta en un motor de crecimiento sostenible y equitativo, y no simplemente en un parche temporal.
Es fundamental analizar el panorama completo y considerar las implicaciones a largo plazo de estas medidas, asegurándose de que realmente impulsen la economía de manera justa y duradera, sin generar efectos adversos inesperados.