En un giro sorprendente, el presidente de la Universidad de Virginia, James Ryan, anunció su renuncia al cargo este viernes, cediendo ante la presión ejercida por el gobierno de Donald Trump. La dimisión de Ryan marca una nueva etapa en los ataques que el mandatario estadounidense ha lanzado contra la educación superior desde su regreso al poder en enero.
Según el comunicado de Ryan, el Departamento de Justicia, que lideraba una investigación sobre las prácticas de diversidad de la institución académica, había exigido su salida. El presidente explicó que prefería renunciar antes que «luchar contra el gobierno federal», ya que «principios muy importantes están en juego» en este asunto. Intentar permanecer en el puesto le parecía «egoísta y egocéntrico» ante el riesgo de que cientos de empleados, investigadores y estudiantes perdieran sus trabajos, financiación y ayudas.
La Ofensiva de Trump contra la Educación Superior
Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha liderado una ofensiva contra las universidades, acusándolas de propagar una ideología «woke», término peyorativo utilizado por los conservadores para denunciar lo que consideran un activismo progresista excesivo, en particular en favor de las minorías.
El gobierno de Trump tiene en la mira a instituciones prestigiosas como Harvard, a la que intenta prohibir la admisión de estudiantes extranjeros, y Columbia, a la que amenaza con revocar su acreditación, lo que podría privarla de todo el financiamiento federal. Esta ofensiva se enmarca en una lucha más amplia por el control de la narrativa en la educación superior, donde se disputa el futuro de la diversidad y la inclusión en los campus universitarios.
Reacción de los Senadores Demócratas
Los senadores demócratas Mark Warner y Tim Kaine denunciaron la situación como «un error que perjudica el futuro de Virginia». En un comunicado, declararon que «es indignante que funcionarios del Departamento de Justicia de Trump hayan exigido que la universidad ‘destituyera’ a Ryan».
La renuncia de James Ryan pone de manifiesto la creciente tensión entre el gobierno federal y las instituciones académicas en torno a temas como la diversidad y la inclusión. Esta disputa se perfila como un campo de batalla clave en la polarizada escena política estadounidense.
