Desde que tengo uso de razón, Chile ha sido un país atrapado entre el pasado y el futuro. Y hoy, frente a las elecciones que se avecinan, me niego a quedarme en silencio mientras una figura como Evelyn Matthei pretende dirigir el rumbo de este país como si aún estuviéramos en los años 80.
Soy joven. Tengo 17 años. Y eso, en este país, pareciera ser una desventaja cuando uno quiere opinar. Pero es todo lo contrario: somos quienes heredaremos este país, y por eso me rebelo frente a una candidatura que representa todo lo que ya no queremos.
Una visión autoritaria y militarizada
La señora Matthei, exalcaldesa de Providencia y ahora candidata presidencial, habla de orden, de mano dura, de «volver a las bases». Pero, ¿qué significa eso realmente? Significa retroceso. Significa criminalizar la pobreza, castigar a los jóvenes por pensar distinto y gobernar desde la desconfianza. Su visión de país es autoritaria, centralista, militarizada. Ella no confía en nosotros. No cree en la educación pública como motor de cambio, no cree en una juventud empoderada, crítica y consciente. Ella cree en la obediencia, en el castigo, en la lógica de enemigos internos. Y eso me asusta profundamente.
Una alternativa más cercana y empática
Yo apoyo a Carolina Tohá. Y no por moda, ni por rebeldía. Sino porque representa otra forma de hacer política: una más cercana, más empática, más responsable. Una que no parte del prejuicio, sino del diálogo. Tohá ha sido crítica, sí, pero también valiente. Ha enfrentado las crisis con la cara descubierta. Ha hablado de inclusión, de descentralización, de una democracia que no tema a la juventud, sino que la escuche.
No quiero un Chile donde el miedo sea política de Estado. Quiero un Chile donde la cultura, la educación, el acceso a la salud y la justicia social sean las prioridades de un gobierno que mire al pueblo a los ojos. Por eso escribo. Por eso hablo. Porque aunque no vote aún, pienso. Y pensar también es participar.
Nuestra generación tiene voz
Me niego a que nuestra generación crezca resignada, sintiendo que la política es cosa de adultos mayores con traje y corbata que nos ven como un problema en vez de una promesa. Somos el futuro, pero también somos el presente. Y hoy, mi presente dice claro: no quiero a Evelyn Matthei como presidenta. Porque Chile merece algo mejor. Y porque ya no tenemos miedo. Tenemos voz. Y la vamos a usar.
