En un mundo marcado por el cambio climático y la crisis de habitabilidad, las arquitecturas efímeras de los pueblos del sur del mundo nos ofrecen valiosas lecciones sobre cómo construir de manera sustentable y respetuosa con el entorno. Lejos de la monumentalidad y permanencia del canon occidental, estas formas de vida y de habitar nos interpelan a repensar nuestras viviendas, ciudades y modos de vida.
Los Selknam, por ejemplo, vivían en permanente desplazamiento por la Isla Grande de Tierra del Fuego. Su vivienda, el kawi, era una estructura cónica hecha de ramas y cueros, sencilla pero eficaz, que respondía con precisión a las condiciones climáticas de la zona y a sus necesidades de movilidad. Estas arquitecturas efímeras no eran un accidente, sino una forma consciente y sensible de habitar el mundo.
Arquitecturas Adaptadas al Entorno
Cada uno de estos dispositivos arquitectónicos —transitorios, ligeros, sin cimientos ni huellas permanentes— respondía a una lógica de sustentabilidad integral, donde la forma de habitar no era impuesta al paisaje, sino tejida con él, en una coreografía milenaria de desplazamientos, estaciones y saberes orales.
Los Kawésqar, navegantes del archipiélago occidental, construían refugios temporales con ramas, pasto y pieles de lobo marino, que podían desmontar y transportar en sus canoas. Los Yaganes, en los canales del sur, levantaban edificaciones ligeras de forma semiesférica que aprovechaban depresiones del terreno y usaban ramas e incluso huesos de cetáceos como estructura. Los Aónikenk, habitantes de las planicies esteparias, levantaban paravientos de guanaco orientados según el clima, configurando espacios mínimos, pero térmicamente eficientes.
Dimensión Simbólica y Espiritual
Más allá de su funcionalidad, estas estructuras también albergaban la dimensión simbólica y espiritual del habitar. Basta pensar en la ceremonia del Hain, donde los niños klóketen atravesaban el umbral hacia la adultez enfrentando a los shó’ort, espíritus representados por los hombres del clan mediante máscaras y pinturas. Durante semanas, un refugio ritual se convertía en teatro sagrado, cargado de significado y transformación, demostrando que lo transitorio también puede ser profundamente trascendente.
Hoy, en un mundo marcado por el cambio climático, la crisis de habitabilidad y los movimientos migratorios forzados, estas arquitecturas del sur nos interpelan a repensar nuestras formas de vida. Lo efímero, a menudo asociado al olvido o la desechabilidad, puede ser en realidad una forma elevada de sabiduría. Las arquitecturas nómades de los pueblos australes nos enseñan que lo transitorio puede tener profundidad, que lo simple puede ser sofisticado, y que habitar no siempre significa dominar, sino muchas veces escuchar, adaptarse y cuidar.