Los relatos fantásticos que estafan a los más débiles

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La narrativa política hecha relato

En un mundo donde todos suponen tener su verdad, donde se ha puesto de moda “mi verdad”, la narrativa política hecha relato no es más que un disfraz de la realidad que, a los políticos cortoplacistas y electoralistas, les conviene transformar en esperanza a partir de construir una experiencia religiosa. Es que, como en la religión de cualquier tipo, solo los más vulnerables esperan un relato que les permita soñar con el paraíso. Pero el verso inconsistente se acaba con la pobreza sin fin, con la ignorancia proliferada, con quedar fuera de un sistema en el que se les promete falsamente la inclusión.

Son relatos fantásticos, casi endulzantes para una sociedad desesperanzada. Pero son relatos. Y el relato no es acción, es relato. El relato es un deseo, que ofrece esperanza a cambio de adoctrinamiento.

El relato bolivariano

El adoctrinamiento ha sido en la región el relato bolivariano, que falsamente plantea la democracia, el socialismo y el progresismo, sino que promueve una revolución tan imaginaria como inexistente. Una fantasía. Pero ese relato contestatario, que es el tronco fundacional de la mala izquierda latinoamericana, es la que genera un contrarelato de la vereda de enfrente, sostenido por la idea extrema que lleva a la supervivencia del más apto. Ambos relatos, son vacíos.

La crisis de los relatos fantásticos

La crisis de los relatos fantásticos parte de una cuestión “de piel”, de sensibilidad a las creencias. De allí la cuasi religiosidad. Y en ese punto los relatos sostienen, de manera encubierta para el rebaño, desigualdades de poder y dinero que no son una narrativa, sino la realidad. Los eternos problemas sobre los sistemas de salud, de educación, de seguridad ciudadana y de seguridad social, son reales y solo tienen solución a partir de un proyecto. Y de implementarlo. Y no es terminar con los ideales, al contrario, los ideales guían al proyecto. Sin ideas no hay plan.

Hablemos de proyecto

Está claro que los proyectos que requiere Latinoamérica para su despegue, no son en esencia glamorosos ni vendedores de ilusiones, pero la única manera de realizar los cambios necesarios y posibles es a partir de un proyecto y no de un cuento de hadas. Hablemos de proyecto, del punto de partida difícil que hay que abordar, de centrarse en la solución posible y no en el error del adversario. Y hacer de ese proyecto una bandera. Terminemos con los relatos fantásticos para poder transformar la realidad y así, evolucionar. No perdamos tiempo.

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