El Parque Cultural de Valparaíso, fundado con la promesa de preservar la memoria y el acceso libre a la cultura, se ha convertido en un escenario de sombras y manejos turbios. Detrás de su fachada de institución pública, se esconde una trama de poder que opera bajo los códigos de la mafia, dejando al descubierto la fragilidad de la administración cultural en Chile.
La salida forzada de Sebastián Redolés, quien presidía el directorio del Parque, fue el detonante que reveló una serie de irregularidades financieras y una concentración de poder en manos de Gianina Figueroa, una figura sin experiencia en gestión cultural. La designación de Vladímir Morales González, con antecedentes penales por fraude, como reemplazo de Figueroa, terminó de confirmar que el Parque Cultural se había convertido en un escenario de operaciones turbias.
La Herencia de la Cárcel de Valparaíso
El Parque Cultural de Valparaíso se erige sobre los restos de la antigua Cárcel de Valparaíso, un lugar cargado de historia y memoria. Sin embargo, esta herencia ha sido sistemáticamente negada y omitida en su arquitectura, relato museográfico y gobernanza. No es solo un parque cultural: es la ex Cárcel de Valparaíso. Ese título —ausente en su nombre oficial— ha sido omitido también en su arquitectura, su relato museográfico y su gobernanza.
Esta omisión ha impedido que el Parque se administre a la altura de la historia que carga, privándolo de los fondos patrimoniales que merecería.
La Romantización de la Precariedad
Incluso desde el lenguaje presidencial, se ha sostenido una romantización de la precariedad que afecta al Parque Cultural. El presidente Gabriel Boric Font lo describió durante la ceremonia de inauguración como un espacio que «está en la pobreza de sus poblaciones, está en la lucha de su gente cotidiana». Esta visión, que confunde cobertura con sentido, ha contribuido a la negligencia estructural y la captura institucional que hoy amenazan con cerrar las puertas del Parque.
La Mafia Institucional y la Ausencia de Rendición de Cuentas
El Parque Cultural de Valparaíso opera bajo un código reconocible de la mafia: silencios comprados, cargos rotativos, decisiones sin huella pública y nombres elegidos a dedo. A pesar de contar con un financiamiento basal del Ministerio de las Culturas, la administración ejecutiva no ha logrado sostener una estructura funcional, y el directorio nunca ha rendido cuentas ante la opinión pública ni promovido evaluaciones independientes.
La falta de transparencia y la ausencia de responsables han creado un ecosistema institucional que nunca se ha depurado del todo. No hay sumarios. No hay informes. No hay responsables.
Esta opacidad y concentración de poder han sido clave para que la mafia institucional pueda operar sin mayores obstáculos.
El Futuro Incierto del Parque Cultural
Si el Parque Cultural de Valparaíso termina cerrando sus puertas, no será por falta de público ni por desinterés ciudadano, sino por una combinación letal de negligencia estructural, captura institucional y un relato político que confunde cobertura con sentido. La romantización de la precariedad ha sido sostenida incluso desde el lenguaje presidencial, lo que ha contribuido a la falta de empoderamiento y respeto que merece la labor de los espacios culturales.
El futuro del Parque Cultural de Valparaíso se encuentra en una encrucijada. Su legado, cargado de memoria y potencial, se ve amenazado por la corrupción y la falta de voluntad política para administrarlo con la seriedad que requiere. Solo una profunda transformación, que desmantele los códigos de la mafia y devuelva la transparencia y la rendición de cuentas, podrá salvar este emblemático espacio y honrar la historia que lo sustenta.