Una conmovedora historia de tragedia y negligencia se ha desvelado en torno a la desaparición de Luis Felipe Correa, un joven estudiante de 19 años de la Universidad de Chile. Correa desapareció el 21 de agosto en Viña del Mar, desatando una intensa búsqueda que duró más de dos meses. Sin embargo, lo que nadie sabía es que su cuerpo había llegado al Servicio Médico Legal (SML) en Santiago el mismo día de su desaparición, tras caer a las vías del Metro.
Según informó El Mercurio, el padre de Correa llamó diariamente al SML para consultar por la eventual aparición de su hijo, pero nunca le informaron que el cuerpo ya se encontraba allí. La abogada de la familia, Mariana Rojas, denunció la «negligencia» y el «maltrato» que sufrieron al no recibir la información adecuada.
Fallas en la identificación
El problema, según el SML, fue que la identificación del cuerpo se demoró debido a una «situación excepcional» con las huellas dactilares de Correa. Normalmente, este proceso toma no más de 48 horas, pero en este caso hubo complicaciones que retrasaron la confirmación de la identidad hasta el 4 de noviembre, 75 días después.
Desde el Registro Civil, por su parte, explicaron que cuando las condiciones de las impresiones dactilares no permiten una coincidencia inmediata, se procede a una revisión manual y pericial más extensa, «que asegura la fiabilidad y exactitud en la confirmación de identidad».
Consecuencias devastadoras
La tragedia de Luis Felipe Correa ha dejado a su familia devastada. Según Mariana Rojas, el padre del joven llamó al SML todos los días durante la búsqueda, sin saber que su hijo ya se encontraba allí. «Imagínate lo que significa más de 70 días de búsqueda, y que después aparezca donde siempre estuvo», lamentó la abogada.
Este caso pone de manifiesto la urgente necesidad de mejorar los protocolos y la comunicación entre las instituciones involucradas en la identificación de personas desaparecidas. Mientras tanto, la familia de Luis Felipe Correa deberá enfrentar el dolor de haber perdido a su ser querido y la frustración de no haber podido despedirlo a tiempo.