En un caso verdaderamente inusual, dos hombres han sido condenados a 24 meses de cárcel por intentar asesinar al presidente de Zambia, Hakainde Hichilema, a través de medios sobrenaturales. Leonard Phiri y Jasten Candunde fueron sorprendidos en posesión de diversos elementos utilizados en rituales de brujería, incluyendo un camaleón vivo, una cola de gato y supuestos «brebajes oscuros».
Según los fiscales, los dos hombres fueron contratados por un político opositor de Hichilema con el objetivo de quitarle la vida. Aunque el presunto instigador permanece prófugo, Phiri y Candunde fueron juzgados bajo una antigua Ley contra la Brujería de 1914 en Zambia, la cual establece penas de hasta tres años de prisión para quienes practiquen estas actividades.
Una Sentencia Contundente
El juez Fine Mayambu no tuvo piedad al dictar la sentencia, afirmando que los condenados «no solo eran enemigos del jefe de Estado, sino también enemigos de todos los zambianos». Además, reveló que Phiri había admitido que la cola del camaleón, una vez pinchada y utilizada en el ritual, provocaría la muerte del presidente en un plazo de cinco días.
Este caso ha generado gran controversia, ya que el juzgamiento de personas por prácticas de brujería es considerado bastante inusual, normalmente asociado a zonas rurales. Sin embargo, el juez Mayambu dejó claro que no toleraría este tipo de intentos de asesinato, incluso si se basan en creencias sobrenaturales.
Implicaciones y Reflexiones
Este caso plantea interesantes interrogantes sobre los límites entre la libertad de creencias y las acciones que ponen en riesgo la vida de otros. Desde una perspectiva legal, la sentencia demuestra que, incluso en prácticas consideradas marginales, los tribunales pueden intervenir si se cometen delitos graves. Pero también abre un debate sobre hasta qué punto el Estado debe regular las actividades basadas en la brujería y el ocultismo.
Más allá de las implicaciones jurídicas, este suceso refleja la persistencia de creencias y supersticiones arraigadas en ciertos sectores de la sociedad zambiana. Para algunos, la brujería sigue siendo una forma de ejercer poder e influencia, incluso sobre las más altas esferas del gobierno. Sin embargo, el rechazo contundente del tribunal envía un mensaje claro: en Zambia, el Estado no tolerará intentos de asesinato, sin importar sus fundamentos sobrenaturales.
En conclusión, este caso insólito nos recuerda que, en el mundo moderno, incluso las prácticas más arcaicas pueden tener consecuencias legales y sociales significativas. Será interesante ver cómo evoluciona el debate en torno a la brujería y su lugar en la sociedad zambiana en los próximos años.