Nueve años después de haber sido condenado por el asesinato de Micaela Ortega, una niña de 12 años, Jonathan Luna, de 35 años, envió un mensaje a la madre de la víctima desde la cárcel, generando una nueva oleada de indignación.
El mensaje, que apareció en la bandeja de entrada de Facebook de Mónica Cid, la madre de Micaela, fue corto y directo: «Espero que algún día pueda perdonarme». Tres horas después, Luna envió otro mensaje aún más perturbador: «Hoy estoy pagando mi error».
Para Mónica, recibir estos mensajes fue como revivir el trauma del asesinato de su hija. Luna, quien ahora se autopercibe como mujer y reside en el pabellón de reclusos trans, fue condenado en 2017 a prisión perpetua por haber engañado, secuestrado y asesinado a Micaela. El crimen ocurrió en 2016, cuando Luna, haciéndose pasar por una adolescente llamada «La Rochi de River» en Facebook, citó a Micaela, la violó y la estranguló.
Una condena que no basta
Para Mónica, el hecho de que Luna siga con vida y tenga acceso a redes sociales desde la cárcel es una afrenta a la memoria de su hija. «El asesino de mi hija con tanta vida. Y Mica, en un nicho frío y solitario», escribió en su perfil de Facebook, condensando años de bronca y dolor.
La abogada de la familia, María Fernanda Petersen, calificó el mensaje de Luna como «una locura» que refleja «un nivel de perversión alarmante», recordando que el condenado ya había intentado contactar a otras chicas desde la prisión.
Avances en la lucha contra el acoso digital
El caso de Micaela Ortega impulsó la aprobación de la «Ley Mica Ortega» en 2020, que establece campañas obligatorias de prevención y concientización sobre el acoso digital infantil. Cada 13 de noviembre, Argentina conmemora el Día Nacional de la Lucha contra el Grooming, delito por el cual fue condenado Luna.
Para Mónica y su familia, sin embargo, la justicia aún no ha hecho lo suficiente. «Nosotras, perpetua. Jonathan Luna, más vivo que nunca, maldita justicia», sentenció la madre de Micaela, exigiendo que se tomen medidas más estrictas para evitar que los condenados por crímenes tan atroces puedan seguir comunicándose con sus víctimas.
