Jair Bolsonaro, el expresidente de Brasil, se ha convertido en un símbolo de la ola ultraderechista global. Conocido por sus posturas autoritarias, su desprecio por la pandemia de COVID-19 y su rechazo a aceptar su derrota electoral, Bolsonaro ahora enfrenta un destino que él mismo había anticipado: la prisión.
Desobedeciendo a la Justicia
Mientras fue presidente, Bolsonaro planteó tres posibles futuros para sí mismo: «Preso, muerto o victoria». Este lunes, se cumplió el primero de esos escenarios. Bolsonaro fue detenido en régimen de prisión domiciliaria por orden del juez de la Corte Suprema, Alexandre de Moraes, quien decretó la medida por incumplir las restricciones que le había impuesto el tribunal.
El exmandatario, un capitán retirado del Ejército y nostálgico de las dictaduras militares, llevaba una tobillera electrónica que monitoreaba sus movimientos desde hace una semana. Aun así, siguió desafiando al Supremo, cargando agresivamente contra De Moraes ante los medios de comunicación.
Acusado de Golpismo
Los problemas judiciales de Bolsonaro no se limitan a la prisión domiciliaria. Inhabilitado hasta 2030 por abuso de poder en la campaña de 2022, el exlíder derechista afronta un juicio por supuestamente «liderar» un intento de golpe de Estado contra su sucesor, el progresista Luiz Inácio Lula da Silva. La Fiscalía lo acusa de cinco delitos, cuyas penas sumadas pueden llegar a los 40 años de cárcel.
Un Militar Rebelde
Nacido en una familia humilde, Bolsonaro se alistó en las Fuerzas Armadas y ascendió hasta el rango de capitán. Sin embargo, su carrera castrense se vio interrumpida en 1986, cuando escribió un artículo reivindicando mejores salarios para la categoría y casi llamando a la insubordinación, lo que le costó dos semanas en el calabozo.
Ahora, a los 70 años, Bolsonaro vuelve a prisión, esta vez procesado por golpismo. Pero aún se mantiene convencido de que podrá ser candidato en las presidenciales de 2026.