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Peatones vs. Ciclo-Gladiadores: La Batalla por las Aceras

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Peatones vs. Ciclo-Gladiadores: La Batalla por las Aceras

Señor director, a diario arriesgo mi integridad física al caminar por las aceras de mi comuna. No exagero: me enfrento, en clara desventaja, a una nueva estirpe de ciclo-gladiadores que avanzan sobre ruedas sin discriminar a nadie.

Triciclos, skates, monociclos, bicicletas, scooters… Todo vale en esta arena llamada vereda, donde los peatones vamos, heroicos y desarmados, esquivando esta furia implacable. Con ropa de diario y una buena dosis de fe, enfrentamos a estos ciclo-gladiadores que, protegidos con cascos, guantes y rodilleras, se abalanzan sobre nosotros sin piedad: ancianos, niños, mascotas… cualquier cosa que camine por la acera parece un blanco válido.

Un Coliseo Urbano

Guardando proporciones, esta acera se convierte en un verdadero coliseo. Nosotros, los «cristianos»; ellos, los «Essedarii», «Retiarii», «Secutores»… una fauna diversa con un propósito común: arrasarnos. Y si lo sorprenden de frente, o peor, aparecen por detrás como un zumbido fantasmal que le roza las orejas, el susto puede congelarlo. Basta desviarse un par de centímetros… y el accidente está servido.

Ciclovías Ignoradas

Lo más irónico es que esta comuna tiene ciclovías amplias y bien diseñadas, pero con frecuencia están vacías o son ignoradas por los ciclo-gladiadores. Estos prefieren invadir la acera, sin razón aparente, como si no hubiera otra opción. Al parecer, si no se invade la vereda, no hay gloria guerrera.

Regulación y Voluntad Política

Sería tema de estudio comprender esta actitud violenta y egocéntrica. Rara vez respetan velocidades razonables, señales, ni a los peatones. A veces, caminar por la ciclovía resulta más seguro que usar la acera. Y ni hablemos de las bicicletas con motor, que pueden llegar a pesar 30 kg y desarrollan velocidades y potencias que las convierten en verdaderos arietes con ruedas.

Cada tanto, nos enteramos de atropellos: peatones heridos, con huesos rotos, rostros fracturados, dientes arrancados. Todo por atreverse a caminar por las veredas. Todo por culpa de un fenómeno que se podría evitar con regulación, criterio y voluntad política.

Recuperando la Civilidad

Entonces, me pregunto: ¿por qué la autoridad comunal permite esto? ¿Por qué esta pasividad culpable ante servicios que explotan un espacio que no les corresponde? ¿Qué beneficio obtiene la ciudadanía cuando las veredas se vuelven campos de batalla? ¿Cómo volvemos a una mínima civilización donde caminar no sea un acto temerario?

Como dijo aquel juglar, «se hace camino al andar»: una sorprendente audacia en los tiempos que nos tocan. Veamos dónde nos lleva esta audacia en la lucha por recuperar las aceras.

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