En un acto que ha conmocionado al mundo, las autoridades judiciales de Irán han confirmado que 71 personas perdieron la vida en el bombardeo israelí a la prisión Evin de Teherán la semana pasada. Este centro penitenciario, conocido por albergar a presos políticos y opositores al régimen, se convirtió en el escenario de una tragedia de proporciones devastadoras.
Según el portavoz del Poder Judicial, Asghar Jahangir, entre las víctimas se encontraban personal administrativo de la prisión, presos, familiares de reclusos que realizaban visitas y vecinos que vivían cerca del complejo. Además, el ataque provocó un gran número de heridos, aunque no se han proporcionado cifras exactas.
De acuerdo a la información recabada, los proyectiles israelíes alcanzaron la sala de visitas donde se celebraban reuniones entre familiares y presos, causando múltiples bajas en ese espacio. Incluso, los edificios residenciales aledaños también se vieron afectados por el bombardeo.
Una Violación Flagrante del Derecho Internacional
La Oficina de la ONU para los Derechos Humanos ha calificado este ataque como una grave violación del derecho internacional, exigiendo que se proteja a los reclusos independientemente de si sufren prisión arbitraria o cumplen condenas por delitos realmente cometidos. Desde esta perspectiva, la prisión Evin no debería haber sido un objetivo militar legítimo.
Por su parte, el ministro de Exteriores israelí, Gideon Saar, confirmó el ataque y celebró el hecho con un tuit que decía: «¡Viva la libertad, carajo!», una frase emblemática del presidente argentino, Javier Milei. Esta reacción ha sido ampliamente criticada por organismos internacionales y defensores de los derechos humanos.
Implicaciones Geopolíticas y Humanitarias
Este trágico incidente tiene profundas implicaciones geopolíticas y humanitarias. Por un lado, evidencia la escalada de tensiones entre Israel e Irán, que parecen estar dispuestos a llegar a extremos peligrosos en su conflicto. Por otro, pone de manifiesto la frágil situación de los presos políticos y opositores en Irán, quienes se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad.
La comunidad internacional deberá actuar con firmeza para exigir responsabilidades y garantizar que se respeten los derechos humanos de todos los reclusos, independientemente de sus afiliaciones políticas. Solo así podremos evitar que tragedias como esta vuelvan a repetirse.
