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Tiburón: 50 años de una amenaza ancestral e inasimilable

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Tiburón: 50 años de una amenaza ancestral e inasimilable

Hace 50 años, el estreno de Tiburón marcó un hito en la historia del cine y en la conciencia cultural. Dirigida por un joven Steven Spielberg, esta emblemática película, basada en la novela de Peter Benchley, logró captar a través de una figura amenazante del mundo animal un espacio de enigma y terror, un símbolo ancestral de lo desconocido e incontrolable.

La icónica escena inaugural, donde una joven es brutalmente atacada en la playa por un invisible depredador, sumerge al espectador en un estado de incertidumbre y vulnerabilidad. Este tiburón blanco que acecha las costas de un tranquilo balneario se convierte en una manifestación arcaica de nuestros miedos más profundos e inconscientes.

Lo real, lo simbólico y lo imaginario

Desde una perspectiva psicoanalítica, el tiburón puede entenderse como una irrupción de lo real, aquello que no puede ser simbolizado o racionalizado, una fuerza inasimilable que desborda las fronteras del lenguaje y provoca una confrontación con nuestras propias heridas no simbolizadas.

La comunidad de Amity, que inicialmente se niega a aceptar el peligro, representa el intento colectivo por reprimir el trauma, manteniendo la ilusión de control y seguridad frente a lo desconocido. Sin embargo, este esfuerzo no logra eliminar el temor, sino que sitúa a la comunidad en un estado de lo imaginario: esa esfera en la que construimos imágenes sugestivas de unidad y certeza, que encubren la angustia de lo que no podemos ver ni comprender.

La amenaza de lo inasimilable

El tiburón funciona entonces como una irrupción de lo real, una fuerza inasimilable que desborda las fronteras del lenguaje y provoca en los personajes y en los espectadores una confrontación con nuestras propias heridas no simbolizadas. Su presencia se anticipa a través de la icónica banda sonora de John Williams, fortaleciendo la sensación de vulnerabilidad ante lo desconocido.

Si en los años setenta Tiburón logró canalizar los temores más profundos de una generación, hoy en día también enfrentamos una serie de miedos que, al igual que aquella criatura marina, pueden leerse como símbolos de lo inasimilable: crisis sanitarias y climáticas, migración masiva, desigualdades económicas y amenazas tecnológicas o de seguridad. Todos ellos se presentan como lo real en la acepción lacaniana: fenómenos que escapan a nuestra capacidad de simbolización y desafían nuestro orden establecido.

A 50 años de su estreno, Tiburón sigue resonando en nuestra psique colectiva, reflejando los miedos más profundos de la humanidad frente a lo desconocido e inasimilable. Una película que, a través de la omisión y la sugestión, nos invita a confrontar nuestras propias ansiedades e inseguridades.

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