En un momento en que la educación enfrenta desafíos cada vez más complejos, es imperativo que escuchemos atentamente a quienes están en la primera línea: el profesorado. Más allá de la legalidad de los recientes descuentos instruidos por la Contraloría a los docentes que participaron en el paro del 4 y 5 de junio, es crucial entender que estas medidas podrían interpretarse como un intento de silenciar una expresión legítima de las necesidades y preocupaciones del gremio.
El profesorado no se moviliza por gusto, sino por el agotamiento acumulado, la falta de condiciones mínimas para trabajar y una creciente distancia entre las decisiones políticas y la realidad en el aula. La llamada «Agenda Corta», si bien presentada como una respuesta al petitorio docente, ha sido vista por muchos como una negociación política superficial, insuficiente para abordar las necesidades reales del profesorado.
Condiciones Laborales Precarias y Falta de Apoyo
En muchos establecimientos, las condiciones laborales están lejos de ser dignas: salas de profesores que también funcionan como comedores, oficinas y espacios de contención, a menudo sin siquiera contar con un lavaplatos. Baños sin papel higiénico, falta de calefacción, salas sin internet y exigencias tecnológicas que no cuentan con respaldo técnico ni formativo. Incluso la Ley de Conciliación de la Vida Familiar y Laboral se convierte en letra muerta para quienes deben atender a sus hijos pequeños y, al mismo tiempo, cumplir con su jornada.
Otro tema preocupante es el rol del profesor jefe, una figura clave en la formación y acompañamiento de estudiantes, pero que muchas veces no recibe el reconocimiento ni la compensación adecuada. A pesar de ser responsables del clima de curso, de canalizar conflictos, realizar seguimientos personales y mantener comunicación con familias, no siempre se les paga por esta función, y cuando se hace, no refleja ni en tiempo ni en carga emocional lo que implica.
Inestabilidad Laboral y Falta de Representación Gremial
Asimismo, preocupa profundamente que muchos docentes lleven años trabajando sin acceder a la titularidad, permaneciendo en condiciones contractuales inestables, a pesar de su antigüedad y compromiso. La promesa de estabilidad, que debería ser inherente a una carrera profesional seria, sigue siendo postergada para cientos de profesores que, aun cumpliendo con todos los requisitos, ven pasar los años sin certezas laborales.
Algunos docentes han manifestado que el Colegio de Profesores no siempre convoca con fuerza porque no se centra en las necesidades reales de las bases y toma decisiones entre cuatro paredes. Una muestra de esto fue la exclusión de la petición de mención para las educadoras diferenciales en la Agenda Corta, una decisión que, según relatan muchas profesoras, fue tomada sin consultar ni considerar debidamente a las bases.
Violencia en las Aulas y Salud Mental Docente
Más grave aún, es que frente a situaciones de violencia en el aula, no existan protocolos claros que permitan al docente tener un espacio de contención emocional antes de volver a clases. Esta falta de resguardo pone en riesgo tanto la salud mental del profesor como la calidad del proceso formativo que debe continuar minutos después del conflicto.
Decir que muchos profesores hoy ponen en riesgo su vida no es exagerado ni una invención: es una constatación que lamentablemente los medios de comunicación y las propias cifras de agresiones en espacios escolares respaldan. La violencia ha escalado a tal nivel que no es extraño escuchar que un docente tenga miedo de ingresar a clases. Y mientras esto ocurre, muchas autoridades no toman acciones concretas, no visitan los establecimientos ni se involucran en las soluciones.
Hacia una Educación Verdaderamente Transformadora
Si la crisis en educación ha escalado, es en parte porque quienes diseñan las políticas públicas —muchas veces tecnócratas alejados de la sala— desconocen las verdaderas condiciones en que se enseña y se aprende. Hace falta que nuestros dirigentes, tanto políticos como gremiales, se vinculen directamente con lo que ocurre dentro de cada escuela.
Solo escuchando atentamente a los docentes y abordando sus necesidades reales podremos construir una educación verdaderamente transformadora, que responda a los desafíos de nuestro tiempo y brinde a los estudiantes las herramientas que necesitan para enfrentar el futuro. Es hora de dejar de sancionar a los profesores por alzar la voz y, en su lugar, empezar a escucharlos y respaldarlos como los agentes clave del cambio educativo.
