La Corte Suprema de Argentina ha sellado un hecho sin precedentes en la historia del país: por primera vez, una expresidenta constitucional ha sido hallada culpable de corrupción y deberá cumplir una condena firme de seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos.
Cristina Fernández de Kirchner, quien gobernó Argentina entre 2007 y 2015, fue condenada por administrar fraudulentamente fondos de los contribuyentes para beneficiar al empresario Lázaro Báez y, con él, a sí misma. La Justicia determinó que la estructura del Estado bajo su mando fue utilizada como una herramienta para canalizar ilegalmente recursos públicos hacia las empresas de Báez.
Una condena que sacude al peronismo
La decisión judicial ha desatado una fuerte reacción en el seno del peronismo, movimiento político al que Cristina Kirchner pertenece y lidera. Desde su entorno se han lanzado amenazas abiertas de «desestabilización», acusando al Poder Judicial de llevar a cabo una «persecución política» en su contra.
Los militantes peronistas han convertido la residencia de Cristina Kirchner en el barrio de Constitución, en Buenos Aires, en un nuevo «búnker» y punto de peregrinación, evocando la imagen de la «Puerta de Hierro» donde el expresidente Juan Domingo Perón vivió exiliado durante la dictadura. Allí, Cristina ha saludado a sus seguidores desde el balcón, imprimiendo el tono de una Argentina por venir, con incidentes como el ataque a la sede del canal de noticias opositor TN.
Más juicios en camino
La condena de Cristina Kirchner es solo el comienzo de una larga batalla judicial que se avecina. En los próximos meses, la exmandataria deberá enfrentar otros dos juicios de alto perfil: el de la causa de los «cuadernos de las coimas», donde está procesada como jefa de una asociación ilícita que cobraba sobornos a empresarios, y el juicio por el encubrimiento del atentado a la AMIA en 1994.
Para el peronismo y sus seguidores, una cosa es que Cristina Kirchner cumpla la pena, y otra muy distinta es aceptar su ocaso político. La lucha por mantener viva la narrativa de «persecución» y «proscripción» de su líder será el eje de la estrategia para intentar desestabilizar al sistema político argentino.
