La elección del nuevo Papa es uno de los eventos más trascendentales dentro de la Iglesia Católica. Este proceso, conocido como cónclave, se ha mantenido prácticamente inalterado a lo largo de los siglos, preservando su solemne ceremonial y el misterio que lo rodea.
Cuando fallece el Papa, los cardenales electores, guiados por el Espíritu Santo, se encierran en la Capilla Sixtina para elegir al próximo pontífice. Solo ellos, aislados del mundo exterior, participan en este ritual sagrado que ha fascinado a millones de fieles a lo largo de la historia.
El Inicio del Cónclave
Tras la muerte del Papa Francisco, los 133 cardenales electores, de un total de 252, se reunirán el 7 de mayo en el Vaticano para dar inicio al cónclave. Antes de encerrarse en la Capilla Sixtina, los cardenales participarán en una misa «por la elección del Romano Pontífice», presidida por el decano del Colegio Cardenalicio.
Luego, en procesión, los cardenales invocarán la asistencia del Espíritu Santo y realizarán un solemne juramento antes de que se proclame el Extra omnes, momento en el que todos los presentes, excepto los electores, deberán abandonar el recinto.
El Ritual de Votación
Una vez encerrados, cada cardenal elector recibirá dos o tres papeletas en blanco y deberá escribir con claridad el nombre de la persona que considera debe ser elegida como el nuevo Papa. Luego, doblará la papeleta por la mitad y, sosteniéndola en alto, se acercará al altar para pronunciar una fórmula de juramento.
Los escrutadores recogerán las papeletas, las mezclarán y procederán al recuento. Si el número de votos coincide con el de electores, se dará lectura a los resultados. Finalmente, las papeletas se quemarán en una estufa especial, cuyo humo, ya sea blanco o negro, anunciará al mundo si se ha elegido o no al nuevo pontífice.
La Elección y la Presentación
Si alguno de los cardenales alcanza la mayoría necesaria, el humo será blanco y sonarán las campanas de la Basílica de San Pedro, anunciando la elección del nuevo Papa. El cardenal electo se dirigirá a la «sala de las lágrimas», donde elegirá su vestimenta y se preparará para su presentación ante los fieles.
Finalmente, el cardenal de mayor antigüedad en el orden de los diáconos anunciará en latín el nombre del nuevo pontífice, quien se asomará al balcón central de la Basílica de San Pedro para saludar a la multitud y asumir su liderazgo en la Iglesia Católica.
