El accidente ocurrido en Santiago la noche del pasado domingo cobró la vida de tres mujeres, entre ellas Millaray, una joven estudiante de Trabajo Social que tenía un sueño: ayudar a los niños del Sename. Nuevos detalles sobre su vida y sus aspiraciones han salido a la luz, revelando una historia conmovedora de dedicación y esperanza truncada.
Millaray, de 26 años, era una madre soltera que se esforzaba por sacar adelante a su hija mientras estudiaba y trabajaba. Según su hermano Jocksan, ella había retomado sus estudios este año después de haber congelado la carrera, con la firme determinación de obtener su título y dedicarse a la causa que más le apasionaba: mejorar la vida de los niños en el sistema de protección del Estado.
«Ella quería tener una cercanía con los niños del Sename, quería tratar de cambiar algunas cosas a través de lo que estaba estudiando. Ella veía el sufrimiento de esos niños y quería rescatarlos.» – Jocksan, hermano de Millaray.
Una Madre Dedicada y Apasionada
Según sus amigos y familiares, Millaray era una mujer extrovertida, alegre y profundamente dedicada a su hija. Anaís, una de sus amigas, la recordó como una madre «súper protectora» que siempre hacía lo mejor por su pequeña. «Ella lo que más adoraba era a su niña», afirmó Anaís.
Además de su rol como madre, Millaray también se destacaba por su compromiso con sus estudios y su trabajo. Durante el día, se desempeñaba como administrativa en una empresa de seguridad, y por las noches asistía a la universidad para cursar la carrera de Trabajo Social.
Un Sueño Truncado
La tragedia ocurrió cuando Millaray y sus amigas regresaban de un concierto en el Teatro Caupolicán. El vehículo en el que viajaban se estrelló contra un muro, dejando un saldo de tres víctimas fatales. Con su muerte, se esfumó la oportunidad de que Millaray pudiera cumplir su sueño de transformar la vida de los niños más vulnerables del país.
Según su hermano, Millaray tenía un vínculo especial con el Sename, pues conocía a varias personas que habían pasado por el sistema. Esto la motivaba aún más a estudiar Trabajo Social y buscar formas de mejorar las condiciones de los niños bajo cuidado del Estado.
La partida de Millaray ha dejado un vacío irreparable en la vida de su hija, su familia y amigos. Su historia es un recordatorio de la fragilidad de la vida y de la importancia de luchar por nuestros sueños, sin importar los obstáculos que se presenten en el camino.
