La trágica muerte de dos menores de edad en un partido de la Copa Libertadores entre Colo Colo y Fortaleza ha vuelto a sacudir a la sociedad chilena. Estos lamentables incidentes de violencia e incivilidad en eventos deportivos masivos son, desafortunadamente, una realidad recurrente que exige una respuesta contundente y de largo plazo.
Más allá de las responsabilidades individuales que deben ser perseguidas, es evidente que el problema de la violencia en los estadios va mucho más allá del día del partido. Tiene sus raíces en una sociedad marcada por la ausencia del Estado, la proliferación de la cultura del narcotráfico y el crimen organizado, y la falta de oportunidades reales para amplios sectores de la población.
La Industria del Fútbol y su Responsabilidad
Desde la promulgación de la Ley 20.019 en 2005, el fútbol profesional chileno se ha convertido en una industria privada, donde la participación de los socios, hinchas y la sociedad en general en la toma de decisiones es prácticamente inexistente. Durante años, los clubes y la ANFP han usufructuado de la seguridad proporcionada por recursos públicos, sin aportar soluciones concretas para mejorar la seguridad en los espectáculos.
¿Qué ha hecho la industria del fútbol para garantizar la seguridad de los aficionados? La respuesta es clara: muy poco. El foco de las SADP y la ANFP ha estado en la rentabilidad a corto plazo, a través de la venta de jugadores al extranjero y la triangulación de transferencias, dejando de lado el desarrollo de un proyecto deportivo y de seguridad a largo plazo.
El Rol de las Fuerzas de Seguridad y el Contexto Social
Históricamente, la seguridad en los estadios ha estado a cargo de Carabineros de Chile. Hoy en día, esta responsabilidad se comparte con la seguridad privada contratada por los clubes y la ANFP. Sin embargo, los hechos recientes ponen en tela de juicio la efectividad y el criterio de las fuerzas de seguridad para actuar en este tipo de eventos.
La violencia en los estadios es un reflejo de una sociedad marcada por la ausencia del Estado, el abandono de los barrios y la falta de oportunidades reales para amplios sectores de la población. La «cultura del más vivo» y la validación de la violencia como forma de resolver conflictos son el caldo de cultivo para estos lamentables incidentes.
El Fracaso del Plan «Estadio Seguro»
Desde 2012, se implementó el plan «Estadio Seguro» con el objetivo de recuperar los estadios como espacios de sano esparcimiento y permitir que las familias y los verdaderos hinchas puedan disfrutar de los partidos. Sin embargo, este plan ha fracasado en sus objetivos, ya que la violencia, el microtráfico, el consumo de drogas y los incidentes en los desplazamientos de las hinchadas siguen ocurriendo, e incluso con mayor frecuencia.
El plan «Estadio Seguro» estaba condenado al fracaso desde su origen, ya que abordaba el problema de la violencia en los espectáculos deportivos únicamente desde el enfoque de la seguridad pública, sin considerar las raíces sociales y comunitarias del fenómeno.
Hacia un Futuro Seguro en los Estadios
Para que nunca más en Chile una persona muera en un estadio, es necesario implementar un enfoque integral que vaya más allá de las lamentaciones y los diagnósticos. Tanto el Estado como el sector privado deben asumir su responsabilidad y trabajar de manera coordinada para:
- Mejorar los operativos de seguridad y las sanciones efectivas a los responsables individuales.
- Implementar medidas que combatan la ausencia del Estado, la cultura del narcotráfico y el crimen organizado en los barrios.
- Brindar oportunidades reales de desarrollo y bienestar a todos los chilenos, especialmente a los sectores más vulnerables.
Solo a través de un abordaje integral y de largo plazo, que involucre a todos los actores relevantes, podremos construir un futuro seguro y en paz en los estadios de fútbol de Chile.