Cómo la Coerción es Esencial para Mantener el Estado de Derecho
En los últimos tiempos, hemos sido testigos de cómo el lumpen ha aprovechado la situación para hacer de las suyas, argumentando que los poderosos han abusado del sistema. Si bien esto último es cierto, como se puede confirmar revisando la prensa económica y como el autor ratifica en su libro Delitos Económicos publicado por Thomson Reuters, no podemos justificar que la rabia o el descontento se expresen o manifiesten con violencia.
En un país donde la policía parece estar impedida de aplicar la fuerza debido a la suspensión inmediata y la persecución implacable de fiscales que, vestidos con la rigidez del inspector Javert de Les Misérables, no dudan en invocar la ley que juraron cumplir y hacer cumplir. Se olvidan de que el Derecho sin coerción deja de ser Derecho, y que este componente aparentemente duro es imprescindible en la intrincada matriz de la civilización humana.
Quien debe utilizar la coerción en las sociedades democráticas es la policía, y debe hacerlo con una fuerza mucho mayor a la que aplica el hechor que reprime. Esta es la única forma de reestablecer el orden y la paz social. Tan relevante es la coacción y la fuerza en el Derecho, que los Derechos Humanos establecidos por el ordenamiento jurídico solo pueden defenderse y protegerse con la coerción.
Es paradójico que quienes más vociferan y reclaman por los Derechos Humanos sean los primeros que se niegan a aceptar la coerción, especialmente cuando son ellos o sus amigues vestidos de lumpen, los que son justificadamente reprimidos. No por manifestarse con una pancarta o una bandera, sino por el daño que provocan a la propiedad pública y privada, mediante los saqueos, incendios, o la pura y llana destrucción.
En aras de contribuir y no solo quejarse ante la pasividad negligente de quienes en vez de ponerse al lado de la fuerza policial, se han puesto en su contra, se sugiere que el lumpen anárquico que se ampara en la violencia para imponer su agenda deconstructiva o ideológica, sea privado, sin indultos de por medio, y de forma vitalicia de cualquier beneficio del Estado o de las Municipalidades, y cuando son menores de edad, a sus respectivas familias (padre y madre).
Conclusión
Nadie disfruta de la idea de estar sometido a la coerción. Pero debemos reconocer que la ley sin coerción es como un rey sin corona, un tigre sin garras, una canción sin música; es una farsa, una ilusión desprovista de toda realidad y sustancia. Si rechazamos la coerción, estamos rechazando el Derecho mismo. Si abrazamos el Derecho, debemos aceptar su violencia inherente y necesaria. La coerción no es la contradicción, sino el testimonio de la efectividad del Derecho.
Referencias
Delitos Económicos. Thomson Reuters.