El empleo público en el ojo del huracán
El empleo público ha sido un protagonista del debate este año, y no por buenas razones. Hagamos un repaso de algunas noticias recientes.
Pitutos en la administración del Estado. Al escándalo de Democracia Viva en la Seremi de Vivienda de Antofagasta, se sumaron recientemente hallazgos similares en otras 15 secretarías del mismo ministerio, de los que dio cuenta el jueves pasado el contralor en la comisión investigadora de la Cámara de Diputados.
Pitutos en los Gobiernos Regionales. Más del 75% de los recursos implicados en los casos de corrupción recientes están asociados a los gobiernos regionales. El caso emblemático es el de la Región de Los Lagos: de los 29 convenios de Gores a los que Contraloría presentó reparos, 22 corresponden a dicha administración.
Pitutos en las comunas. Un reportaje publicado la semana pasada dio cuenta del uso de las Corporaciones Municipales como verdaderos cajeros automáticos. En Las Condes se pagó al director de su centro cultural un finiquito equivalente a 36 sueldos, por un valor de 240 millones de pesos. Mecanismos similares se detectaron en Ñuñoa y Macul, y las investigaciones recién comienzan.
Pitutos en los auxiliares de la administración de justicia. A inicios de noviembre nos enteramos de que fue nombrada comonotaria la hermana del señor Raúl Leiva, diputado y presidente de la Comisión de Constitución de la Cámara. Con ella ya son cuatro notarios en esta familia. El Ministro de Justicia señaló que la señora Leiva (titulada hace tan solo tres años) era “la única persona elegible”, pero la verdad es que pudo haber devuelto la terna para que fuera completada con otros dos candidatos.
Pituto en servicios públicos autónomos y recién creados. Luego de casi 80 días sin clases y cuatro directores del SLEP Atacama en 18 meses, nos hemos enterado del rol del diputado Juan Santana en la crisis, quien habría presionado para instalar a concejales de su partido en puestos claves del servicio educativo, funcionarios que hoy están siendo investigados por irregularidades en dicho servicio.
De todos estos casos nos vamos enterando a cuentagotas. Si alguien no los sigue al detalle, genera la ilusión de que están desconectados entre sí. Sin embargo, son todos acordes de una misma canción, y el escucharla completa ayuda a entender el por qué es tan difícil vencer las inercias en esta materia.
La urgencia de un cambio
El entramado de favores y prebendas que se da en todos los niveles de la estructura del Estado es muy grande, y entrega un poder enorme a la política. El largo proceso constitucional en el que estamos insertos permitió abrir una ventana de oportunidad para cambiar algunas cosas y poner en el centro de la agenda los problemas de nuestro empleo público.
Recogiendo ideas centrales de una iniciativa popular de norma presentada desde Pivotes, el proyecto de Constitución mandata la creación de un nuevo régimen general de empleo público, de carácter profesional y técnico, que regule toda la trayectoria de vida del funcionario público. También releva la importancia de la estabilidad funcionaria, de una adecuada movilidad que permita un crecimiento profesional en la administración, a lo que se agrega la posibilidad de desvinculación fundada de funcionarios junto con una indemnización por años de servicio. Finalmente, limita el rol de los funcionarios de confianza y otorga un plazo de dos años para que se ingrese una nueva ley en la materia, entre otros avances.
Lógicamente, una Constitución es mucho más que sus normas sobre empleo público, por importantes que estas sean. Y pese a un cierto consenso en esta materia, el resultado del plebiscito de diciembre es incierto. Sin embargo, la ventana de oportunidad no se cerrará con el resultado y es imprescindible mantenerla abierta. De ganar el “A Favor”, empujando por una ley ambiciosa que materialice los avances del texto constitucional. De ganar el “En Contra”, presionando por una reforma a la Constitución vigente de igual envergadura y ambición.
Muchos nos aburrimos de esta canción del “pituto”, que suena fuerte y desafinada hace años, repitiéndose en una y otra administración, como disco rayado. Es hora de cambiar la música.