Saber dirigir y hacer: la importancia de la gestiĆ³n en el gobierno

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La importancia de la gestiĆ³n en el gobierno

Ā«No quiero creer, quiero saberĀ». Esta frase del cĆ©lebre Carl Sagan, refleja la bĆŗsqueda insaciable del ser humano por incorporar conocimiento y promover la aptitud para afrontar cuestiones no controlables, pero especialmente para resolver problemas humanos generados por los mismos humanos.

En el gobierno, la conducciĆ³n polĆ­tica debe tener un delicado equilibrio con la gestiĆ³n y con la operaciĆ³n, estos Ćŗltimos conceptos determinantes en el Ć©xito de la polĆ­tica, porque ponen las ideas en acciĆ³n. El espacio polĆ­tico es el de los intereses, voluntades, intenciones y hasta de la intuiciĆ³n, dĆ³nde la especulaciĆ³n y la negociaciĆ³n son la esencia de los acuerdos que, en mayor o menor medida, intentan allanar el camino hacia coincidencias que no implican necesariamente abandono de las ideas. Es mĆ”s, algunos procesos de negociaciĆ³n en funciĆ³n de las fuerzas en pugna, es imponer ideas. Pero es polĆ­tica.

El riesgo es que ese modelo especulativo, intente aplicarse a la gestiĆ³n de gobierno, donde la voluntad y la intenciĆ³n deben dejarle paso a la capacidad de administrar, organizar y controlar. Y ese Ć”mbito es el que requiere integrar conocimiento, creatividad e innovaciĆ³n para resolver situaciones Ā«en terrenoĀ». Esas situaciones relacionadas con la polĆ­tica econĆ³mica, con decisiones acerca de sustentabilidad, y muy especialmente los eternos temas relacionados con la salud, la educaciĆ³n, la seguridad y lo previsional, que mĆ”s allĆ” de ideas y acuerdos, exigen planificaciĆ³n y acciĆ³n concreta.

El lenguaje polĆ­tico y administrativo

Cada nivel de conducciĆ³n en un gobierno tiene un lenguaje particular. El lenguaje polĆ­tico, ambiguo y diverso para ser flexible a la especulaciĆ³n necesaria es propiedad del presidente y su equipo partidario, necesario para acordar con oposiciĆ³n a nivel interno, y para marcar postura en la agenda internacional. Pero a nivel ministros, el lenguaje debiese ser necesariamente administrativo, un nexo integrador entre ideas y operaciĆ³n. Es allĆ­ dĆ³nde estĆ”n finalmente los resultados de la gestiĆ³n.

Pero la voracidad de poder, hace que las fantasĆ­as de un relato polĆ­tico tambiĆ©n se apodere del lenguaje administrativo, y allĆ­ la gestiĆ³n se paraliza. Cuando los ministros hacen proselitismo en lugar de poner ideas en acciĆ³n, tarde o temprano llega la frustraciĆ³n. Porque la gestiĆ³n no permite indecisiĆ³n, ambigĆ¼edad, idas y vueltas, que son en definitiva los culpables de la inestabilidad estructural.

La responsabilidad del presidente

ĀæCuanta responsabilidad le cabe al presidente en este tema? Toda la responsabilidad. El presidente elige a sus ministros, supuestamente, en base a sus conocimientos ademĆ”s de sus convicciones, pero esencialmente por la capacidad de decidir y hacer para implementar la polĆ­tica acordada en el nivel superior.

Hoy en Chile, la politizaciĆ³n de la gestiĆ³n es uno de los principales puntos dĆ©biles del gobierno de Boric, un flanco absolutamente descubierto y que promueve la crĆ­tica fĆ”cil y muchas veces justificada. Porque la gestiĆ³n, a diferencia de la polĆ­tica, es una variable controlable. Exige diagnĆ³stico, diseƱo, planificaciĆ³n y control. El relato no resuelve la realidad, que no se puede tapar con fantasĆ­as en una zona de promesas.

La importancia de la acciĆ³n

La falta de gestiĆ³n genera la percepciĆ³n de falta de claridad en el rumbo, y eso se transforma en desconfianza. Entonces, entran y salen ministros, casi como prueba y error, un lujo que Chile no se puede dar. EstĆ” bien el aprendizaje, pero la gestiĆ³n merece consistencia y validez. La polĆ­tica va y viene, pero sin acciĆ³n es un concepto vacĆ­o. Por eso es esencial consolidar el proceso recursivo que lleva las ideas a la acciĆ³n para asĆ­ tambiĆ©n revisar las ideas y para eso serĆ” fundamental la solidez estructural, no solo en los roles, sino en cubrir las expectativas del hacer.

Es muy fĆ”cil ser blanco de crĆ­ticas cuando hay ambigĆ¼edad, indecisiĆ³n y desacuerdos. Pero un gobierno es mĆ”s dĆ©bil cuando las mejoras requeridas en la calidad de vida de una sociedad no se cumplen. Y es allĆ­ donde se gana o se pierde una elecciĆ³n en un mundo dĆ³nde el pragmatismo va superando la hemiplejĆ­a ideolĆ³gica. Nadie va a juzgar a un gobierno, ni a sus ministros, por los brillantes discursos que prometen el paraĆ­so y buscan erosionar a una oposiciĆ³n que no se cansa de golpear dĆ³nde mĆ”s duele: En las realizaciones. En definitiva, mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar. PolĆ­tica es acciĆ³n.

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