¡El Libertador que cambiará todo! Descubre cómo Milei puede transformar la región

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¿El Libertador?

La región se ha transformado en las últimas décadas en un espacio tan confuso como decadente. Los populismos de izquierda y derecha se han potenciado mutuamente creando rebaños de rehenes que viven el espejismo de la libertad pero atados a las cadenas de relatos e ilusiones tan fantásticos como perversos.

La política manoseada por políticos intrascendentes, construyó una calesita que da vueltas y vueltas en un ciclo infinito de desacuerdos acordados, dónde el bienestar general queda en el olvido frente a la voracidad por acceder al poder.

En este escenario de políticos que se repiten y se alternan, que cambian de color a su conveniencia, que intentan provocar a la sociedad con una oferta de promesas que ya no alcanzan ni como esperanza y que sólo sobreviven a partir de generar odio hacia su enemigo circunstancial, el espanto supera a la convicción.

Y en estos tiempos confusos, dónde algunos hablan falsamente de transformación, aparece la figura de un outsider que, con gritos y con excesos verbales y conceptuales, con un discurso político contra la política y que, con esos argumentos de un inexperto, llega al poder con una brutal diferencia frente a la política tradicional y conservadora que representa el peronismo en La Argentina, aquel que alguna vez fue revolucionario.

La región recibe a Milei, con dudas, con expectativas, con rechazos, con desesperación y con esperanzas. Todo lo que genera la incertidumbre, porque no es posible ver el fin desde el principio.

El pragmatismo como solución

En poco tiempo, Milei se dio cuenta que los gritos deben transformarse en susurros, que la política se hace haciendo política, como es la política. Ni anti, ni vieja, ni nueva. Tal vez su conocimiento formal debió someterse a la voluntad con la que todo político dirige hacia un rumbo posible.

Deberá Milei aprender rápidamente el lenguaje adecuado que lo lleve a alcanzar sus intereses más allá de confirmar amigos o denostar enemigos. Da la sensación que con Milei llega el pragmatismo, algo bastante olvidado frente al fanatismo ideológico fracasado.

El pragmatismo se centra en los problemas esenciales que exigen decisiones presentes con efecto en el futuro: Promover la expansión de la riqueza para resolver el fantasma endémico de la pobreza, la que se manifiesta en las carencias en educación, en el cuidado de la salud, en la seguridad. Temas fundamentales para la esperanza de progresar y de promover la convivencia social.

Sin crecimiento económico no es posible la expansión de la riqueza, y con ello el empleo y la distribución equitativa de recursos. Y sin Estado presente, no habrá políticas públicas con foco en lo social, y no solo para resolver las carencias de la base de la pirámide, sino también para dar respuesta al descontento social que conduce al caos.

El pragmatismo es terminar con el antagonismo estéril entre el bienestar y la justicia social frente al crecimiento económico que supone el capitalismo.

La libertad con responsabilidad

Milei plantea la libertad, lo mismo que representantes de otras ideas. Pero no hay libertad en el liberalismo económico ni libertad en la edificación de la pobreza. No es posible la libertad sin bienestar. Y no hay discursos, porque la libertad no se declama, se tiene.

La región va a observar a Milei como una rareza, la misma que todo inexperto genera cuando asume responsabilidades, especialmente la conducción de un país. Pero tenemos que acordar que la experiencia en exceso genera bloqueos mentales que no permiten percibir las palancas de la evolución. Y de eso se trata. De evolucionar, para transformar, para crear valor que nos permita vivir y convivir mejor. Es decir, en libertad con responsabilidad.

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