La lucha por la paz: una historia de supervivencia

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La lucha por la paz: una historia de supervivencia

Los judíos hemos sido obligados a sobrevivir. Dos milenios nos enseñaron que cada día nuevo es un milagro. Los romanos tuvieron en los hebreos sus más obstinados adversarios y los últimos, en Masada, prefirieron sacrificar sus vidas antes de caer prisioneros y ser torturados y asesinados públicamente. Justamente de la oposición contra el invasor y los judíos que colaboraron con él, nació la resistencia entre otros del que hoy llaman Jesús de Nazareth, que con sus prédicas y actos era un dolor de cabeza y había que sacrificarlo. De sus seguidores nació el Cristianismo, que no tardó mucho en discriminar y perseguir a los que eran los antecesores de la nueva religión.

Se nos prohibió vivir con los demás, de ejercer casi todo tipo de trabajo, de movernos libremente. Los judíos del Medievo se transformaron en mercaderes, pues era lo único que se les permitía ser. También del monoteísmo judío nació el Islam. El mundo árabe era disperso, con deidades, paganismos confrontados que Mahoma unió bajo el Islam hace unos trece siglos. Una historia de conquistas, sangre y total desprecio hacia las mujeres, persiguiendo también sus inspiradores, los hebreos, por no querer abandonar su Dios.

Lo siguieron los reyes españoles, expulsando centenares de miles de judíos que ya vivían oprimidos; a los que se convirtieron al catolicismo, la Inquisición los perseguía, torturaba y “purificaba sus almas” quemándolos en público. La corona liquidó radicalmente sus deudas, quemando sus acreedores judíos: muerto el perro se acaba la rabia, dijeron. Las familias que escaparon hacia el norte y el este, evidentemente han sido recibidos con recelo, igual que los migrantes de hoy que invaden a Europa y América. No son bienvenidos, porque los humanos son egoístas e influenciados por sus élites que temen cualquier cambio en las reglas que establecieron.

Luego llegaron los “pogromos” en el este europeo: las fiestas de sangre de los cosacos, exterminando miserables pueblos judíos enteros como un deporte. Y la última gran matanza cuidadosamente organizada por Hitler y sus secuaces, el Holocausto que exterminó metódicamente a seis millones, transformando sus cuerpos en jabón y lubricante para la maquinaria de guerra nazi. Y la USSR de Stalin también formó parte de la persecución masiva y matanza de judíos. Pero hemos sobrevivido.

La persecución nos obligó a desarrollar una increíble capacidad de esa supervivencia, incorporando el conocimiento necesario: conocer a los opresores, sus culturas, intenciones e historias. Y eso proveyó de un inmenso conocimiento a las mentes perseguidas. ¿Saben que Israel tiene más premios Nobel per cápita que Estados Unidos, Francia y Alemania? ¿Qué tiene más laureados, en números reales, que India, España y China? Resultado de siglos y siglos de persecución y la consecuente acumulación de conocimiento.

Los detractores del judaísmo, los innumerables antisemitas – que lo son porque así los educan, porque se les inculca el “natural” odio desde niños por incontables generaciones – no tienen en cuenta que la concepción de Israel como nación es la primera vez en dos mil años que una parte de los judíos tienen un país. El antisemitismo no quiere permitirlo; y nuestro país, Chile, tampoco es una excepción sino todo lo contrario, influenciado por una gran colectividad palestina y hoy, por un Gobierno afín, Un país con sus glorias y defectos como cualquiera.

Un país que apenas pudo nacer por unos pocos votos de diferencia en las Naciones Unidas de posguerra. Los colonizadores ingleses abandonaron a Palestina (que Mahoma conquistó para los árabes recién en el siglo VIII) armando a los musulmanes porque no querían que Israel exista; votaron en contra. Un país que a pesar de todo se desarrolló de una manera formidable, la única democracia en la región, la única donde existen los DD.HH., si bien con el avance de los años la segregación hacia los palestinos creció; y no solo por culpa de los judíos, sino también por los fanáticos que quieren exterminarlos y que sacrifican sus vidas con tal de arrastrar varias judías.

Palestina evidentemente merece ser un país independiente. Pero sus ciudadanos eligen gobiernos que son dominados por terroristas; que solo quieren acabar con Israel, lo que trae consigo las consecuencias que todos conocemos. Y cada vez que hay una pequeña esperanza de paz, terroristas como Hamás, Hezbolá, Irán o quien sea, lo impiden. Y la respuesta israelí evidentemente es sangrienta y muchos civiles incluyendo niños mueren injustamente. Pero también es cierto que los terroristas se esconden en las casas, iglesias, escuelas y hospitales palestinos, usándolos como escudos; y como justificación de la crueldad israelita. Total, a ellos no les importa morir…

Encima, otros países como Líbano, Jordania o Siria albergan a otros terroristas y permiten que Irán, Rusia o quien sea los provea de armas y los utilicen desde su territorio. Es una situación que no parece tener remedio. Una en la que nunca se sabe si Israel podrá sobrevivir. Un país que es la punta de lanza de la civilización, la tecnología, democracia y la cultura en el enjambre de regímenes medievales, una vez más en peligro de desaparecer. Y con él, la esperanza de los judíos que alguna vez nos llegue la PAZ. La paz que los humanos no logramos conseguir en milenios y milenios de historia. Shalom, el saludo hebreo – y Salaam, el saludo musulmán – que significan precisamente eso: PAZ.

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