En un momento en que Chile enfrenta incertidumbres y tensiones políticas, la necesidad de una Educación Sexual Integral (ESI) se vuelve cada vez más apremiante. Lejos de ser un tema de «adoctrinamiento», la ESI se erige como un derecho fundamental que debe ser garantizado a niños, niñas y adolescentes, respetando su autonomía progresiva y brindándoles herramientas para una vida más segura y plena.
Aunque Chile ya cuenta con la Ley 21.430 sobre Garantías y Protección Integral de los Derechos de la Niñez y Adolescencia, que menciona la necesidad de una enseñanza sobre sexualidad «de manera integral y responsable», aún queda mucho camino por recorrer. Experiencias en países nórdicos han demostrado los beneficios tangibles de incorporar la ESI desde los primeros años de escolaridad, fomentando el bienestar y el desarrollo saludable de las nuevas generaciones.
Más allá de la Prevención del Embarazo
Si bien el foco de la ley actual está en la prevención del embarazo no deseado, la ESI debe entenderse como un derecho que va más allá de la mera protección. Debe ser un espacio de diálogo, aprendizaje y empoderamiento, que considere los procesos de determinación social de las personas y comunidades.
Estudios demuestran que la ESI tiene un impacto positivo en la prevención del abuso sexual infantil, la violencia en el pololeo y la perpetuación de lógicas de masculinidad hegemónica. Pero también, la ESI favorece la experiencia del placer desde el reconocimiento del propio cuerpo y la distinción de los límites, no solo como herramienta de protección, sino también como posibilidad de goce, plenitud y felicidad.
Avanzando hacia una Ley de Educación Sexual Integral
Lamentablemente, el debate público en torno a la ESI se ha visto marcado por discursos paternalistas y adultocéntricos, que tienden a instrumentalizar el propósito de la ESI y a negar la agencia de niños, niñas y adolescentes en el desarrollo de su sexualidad.
Es hora de que Chile dé un paso adelante y priorice a las niñeces y juventudes, garantizando su derecho a una educación sexual integral, acorde a cada etapa de su desarrollo. Esto no solo beneficiará a estos grupos, sino que sentará las bases para una sociedad más justa, inclusiva y respetuosa de la diversidad.
¿Qué estamos esperando para avanzar?
La ESI merece un espacio central en la agenda pública, sustentado en argumentos científicos y diálogos de saberes que consideren las realidades y necesidades de niños, niñas y adolescentes. Garantizar este derecho es un imperativo ético y una oportunidad para transformar vidas y construir un Chile más equitativo.