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lunes, octubre 20, 2025

Rediseñando el Estado Chileno: Hacia una Organización Eficiente y Orientada al Servicio Público

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Chile enfrenta un momento decisivo en su historia. El Estado, lejos de ser un motor de desarrollo, se ha convertido en una estructura disfuncional que agota a sus propios servidores públicos y desconecta cada vez más a la ciudadanía. Pero esta crisis también representa una oportunidad única para reimaginar y rediseñar por completo la forma en que el gobierno sirve al país.

Desde una perspectiva de experto en transformación organizacional, es evidente que el problema de fondo no radica en quién ocupe La Moneda, sino en la obsolescencia del modelo que sustenta al aparato estatal. Un Estado que enferma a su gente, multiplica jefaturas y desincentiva el mérito no puede liderar el desarrollo que Chile necesita.

Síntomas de una Organización Disfuncional

Los datos son contundentes: en 2024, el sector público chileno creció en más de 9.400 funcionarios, concentrándose en la Administración Central mientras los municipios reducían personal. Más del 60% de estos trabajadores están «a contrata», lo que premia la permanencia política sobre el desempeño.

Pero el problema va más allá de la mera ineficiencia técnica. El Estado chileno refleja una crisis profunda de propósito, liderazgo y cultura organizacional. Según el CEAL-SM 2024, más del 38% de los empleados públicos encuestados se encuentran en riesgo psicosocial no óptimo, con dimensiones críticas como sobrecarga laboral (22,9%), exigencias emocionales (20,6%) y desequilibrio vida-trabajo (13,3%). Más de 357.000 personas declararon haber sufrido violencia o acoso en el último año.

Reconstruyendo la Confianza en el Estado

Para recuperar la confianza y la capacidad de ejecución del Estado, se requiere un abordaje integral que trascienda los ciclos políticos y los intereses partidistas. Esto implica repensar los fundamentos mismos de la institucionalidad pública, estableciendo un propósito país que conecte con lo mejor del ADN chileno: esa energía colectiva, solidaria y transversal que surge cuando nos moviliza algo auténtico.

En segundo lugar, es fundamental recuperar la meritocracia. Reducir los cargos de designación discrecional y avanzar hacia concursos públicos más profesionales y transparentes es clave para generar confianza y atraer el talento que el Estado necesita.

Asimismo, es urgente instalar una cultura estatal medible, con estándares claros de integridad, liderazgo y servicio a la ciudadanía. Esto implica definir y aplicar prácticas concretas que puedan observarse, evaluarse y mejorarse continuamente.

Hacia una Organización Colaborativa y Orientada al Ciudadano

Fortalecer la colaboración interinstitucional es otro eje esencial. Se necesita una reforma administrativa que premie los acuerdos reales y la transparencia efectiva, con un foco en los resultados tangibles para el bien común, no en la retórica política.

Finalmente, transparentar el bienestar laboral dentro del Estado es una señal mínima de responsabilidad. Publicar los resultados de las mediciones de clima organizacional y establecer planes de mejora visibles y exigibles es clave para que el Estado cuide a quienes lo componen y, así, puedan cuidar mejor a la ciudadanía.

Todo esto con el objetivo de construir un Estado que inspire en lugar de agotar, que lidere en vez de fragmentar, y que vuelva a ser una aspiración legítima para el talento y el compromiso ciudadano. Porque solo un propósito que supere las divisiones partidarias podrá reconstruir la confianza perdida y sentar las bases para un Chile más próspero y unido.

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