En el corazón de la cultura mapuche-williche, se encuentra el azmapu, un conjunto de normas y principios que definen la identidad y la convivencia de este pueblo indígena. Lejos de ser una reliquia del pasado, el azmapu sigue siendo un pilar fundamental que guía la vida de las comunidades mapuche-williche, incluso en el contexto de los desafíos modernos.
Como señala el antropólogo e historiador mapuche Eugenio Alcamán, «la identidad también tiene el poder de modificar la cultura de tales grupos humanos». En este delicado equilibrio, la cultura mapuche-williche sigue reglas determinadas social e históricamente, que la diferencian de la mera naturaleza.
Cuando el Colonialismo Moderno Choca con el Azmapu
Los cronistas y viajeros del período colonial español tempranamente describieron estas normas de la cultura mapuche, analizando sus sistemas de clasificación, reglas de matrimonio y parentesco, y el acceso a la tierra y sus recursos. Algunas de estas reglas, como el matrimonio preferencial matrilateral y la transmisión de la propiedad de la tierra, aún permanecen en la cultura mapuche-williche.
Sin embargo, en el caso del Pilmaiquén, se ha producido un nuevo tipo de colonialismo, donde personas ajenas a las congregaciones religiosas tradicionales han intentado imponer su propia visión de la cultura y la religiosidad, ignorando deliberadamente los usos y costumbres ancestrales.
Según Alcamán, «la sola existencia de estas instituciones religiosas supone que existen reglas tradicionales no solo representadas en la práctica religiosa, sino también en la estructura organizativa de los lepuneros, las formas de acceso al sitio religioso y los modos de convivialidad mantenidas desde tiempos antiguos entre las agrupaciones religiosas de las comunidades que históricamente se vinculan ritualmente con el Señor Kintuante».
El Azmapu: Un Deber Ser Inquebrantable
Incluso en un contexto de transformaciones culturales, el azmapu sigue siendo un referente fundamental para el pueblo mapuche-williche. Como señala Alcamán, «en Maihue Carimallín existe desde hace una década una identidad que ha sido conflictuada por personas que se han asociado en rechazo a la construcción de centrales hidroeléctricas en el río Pilmaiquén».
Pero a pesar de estos intentos de imponer nuevas formas de colonialismo, el azmapu, con sus normas de convivialidad y acceso a la tierra, sigue siendo un «deber ser» inquebrantable para las comunidades mapuche-williche. Como Alcamán afirma, «si en Maihue Carimallín no existe un ‘auténtico’ azmapu, unas normas de una época preestatal, existe un deber ser de tiempos ha».
La identidad mapuche-williche, enraizada en el azmapu, sigue siendo un poderoso contrapeso frente a los intentos de imponer nuevas formas de colonialismo. En este delicado equilibrio, la cultura mapuche-williche demuestra su capacidad de adaptación y resistencia, manteniendo vivas sus normas ancestrales en un mundo en constante transformación.