La crisis docente que enfrenta Chile es más profunda de lo que parece. Si bien los requisitos de calidad impuestos por la Ley 20.903 han llevado al cierre de cientos de programas de pedagogía, el problema va mucho más allá de los puntajes de ingreso. La paradoja es clara: se exige excelencia a los profesores, pero no se les ofrece las condiciones dignas que la profesión merece.
Según la OCDE, los docentes en Chile enfrentan una sobrecarga administrativa, sueldos por debajo del promedio profesional y un prestigio social en declive. La UNESCO ha advertido que sin condiciones laborales adecuadas, la docencia dejará de atraer a los mejores talentos. Y es que el problema no es nuevo: desde los años 80, la oferta de pedagogías creció sin un plan estratégico, pasando de 27 mil matriculados en 1990 a 146 mil en 2012, para luego caer a menos de 120 mil en 2025.
Soluciones Innovadoras para Atraer a los Mejores
Para resolver esta crisis, Chile necesita pensar más allá de los puntajes de ingreso y apostar por soluciones creativas e integrales. Por ejemplo, programas de detección temprana de talentos pedagógicos que reconozcan a jóvenes con vocación docente, como scouts, catequistas o líderes comunitarios, y los inviten a transformar su pasión social en una carrera.
Además, urge impulsar programas de prosecución de estudios que permitan a profesionales de otras áreas licenciarse o especializarse en pedagogía en 1,5 o 2 años, para insertarse en la cultura escolar con las herramientas necesarias. ¿Por qué desaprovechar a quienes ya poseen conocimientos disciplinares y solo requieren un puente pedagógico para enseñar?
Repensar la Carrera Docente
Pero incluso estas medidas serán insuficientes si no se repiensa la carrera profesional docente. Como ha demostrado la OCDE, los países que logran atraer a los mejores talentos no solo seleccionan bien, sino que ofrecen trayectorias de desarrollo y remuneraciones comparables a otras profesiones. En Chile, seguimos esperando ese salto cualitativo: sin dignidad docente, no habrá calidad educativa posible.
Chile enfrenta una encrucijada. O seguimos atrapados en discusiones parciales, o nos atrevemos a construir una política docente integral: con captación temprana, caminos alternativos de formación y una carrera que devuelva a los profesores el prestigio que nunca debieron perder. Como ha recordado la UNESCO, no hay sistema educativo de calidad sin docentes de calidad.
La pregunta final es brutal: ¿seremos capaces de atraer a los mejores talentos para que guíen a las nuevas generaciones, o resignaremos a nuestros niños a crecer en aulas cada vez más vacías?