El Ministerio de Defensa de Rusia ha negado rotundamente que sus cazas MiG-31 hayan violado el espacio aéreo de Estonia, tal y como denunció previamente el gobierno de Tallin. Según la versión rusa, los tres aviones realizaron un vuelo programado desde Karelia (en la frontera con Finlandia) hasta un aeródromo en Kaliningrado, sin desviarse de su ruta ni infringir las fronteras de otros países.
Según el comunicado militar ruso, «todo el vuelo se efectuó conforme a un estricto cumplimiento de las normas internacionales» y «no violó las fronteras de otros estados». Asimismo, insistieron en que «durante el vuelo, las aeronaves no se desviaron de su ruta ni violaron el espacio aéreo de Estonia».
Por su parte, Estonia denunció previamente que tres cazas rusos habían permanecido durante 12 minutos sobre la isla de Vaindlo, en el golfo de Finlandia, lo que obligó a la intervención de aviones de patrulla aérea de la OTAN. Sin embargo, Rusia sostiene que el trayecto de los MiG pasaba sobre aguas neutrales del mar Báltico, a más de tres kilómetros de la isla en cuestión.
Consultas en la OTAN
Ante esta situación, Estonia invocó el Artículo 4 del Tratado de la OTAN, que establece la celebración de consultas entre los aliados en caso de que la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de ellos esté amenazada.
Estas consultas se llevarán a cabo con el objetivo de analizar la gravedad del incidente y determinar si se han violado los principios de soberanía aérea. La OTAN buscará esclarecer los hechos y evaluar las implicaciones para la seguridad de la región.
Tensión en las fronteras bálticas
Este incidente se produce en un contexto de creciente tensión entre Rusia y los países bálticos, que se sienten amenazados por la actividad militar rusa cerca de sus fronteras. Estonia, Letonia y Lituania han expresado reiteradamente su preocupación por las violaciones del espacio aéreo y las maniobras militares rusas en la región.
La disputa sobre el supuesto vuelo de los cazas MiG-31 podría agravar aún más las relaciones entre Rusia y los países bálticos, así como generar nuevas fricciones en el seno de la OTAN. La alianza atlántica deberá actuar con cautela y diplomacia para evitar una mayor escalada de la tensión en esta zona estratégica.