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miércoles, agosto 27, 2025

Juventud Chilena: Luchando por un Futuro Digno en un Sistema Desigual

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En Chile, ser joven no es sinónimo de libertad ni de plenitud. Para la mayoría, implica sostener con esfuerzo la promesa de que estudiar y trabajar abrirán un camino digno. Esta generación no solo se forma para sí misma, sino para elevar la calidad de vida de sus familias, siendo el ejemplo que permita a padres y madres —con trabajos precarios, pensiones bajas o sin redes de apoyo— confiar en que algo puede cambiar.

Sin embargo, las cifras muestran que ese esfuerzo no encuentra reciprocidad. Según el Banco Central de Chile, la tasa de desocupación alcanzó un 8,9%, con un alza especialmente marcada en jóvenes con educación superior: el 30,2% de los nuevos desempleados son profesionales, y la duración media de cesantía supera los 9,4 meses. Mientras más estudias, más difícil parece encajar en un mercado laboral que exige experiencia, pero no da oportunidades.

Desigualdad y Sobreendeudamiento

A esto se suma un panorama especialmente crítico en comunas con altos niveles de vulnerabilidad. Un estudio del Proyecto Ciudad Joven identificó que, en al menos 10 comunas de la Región Metropolitana, el desempleo juvenil supera ampliamente el promedio regional y coexiste con barreras en salud mental, escasa oferta de capacitación pertinente y baja participación en programas públicos. La exclusión laboral juvenil no es un fenómeno aislado, sino parte de una estructura desigual que se reproduce generacionalmente.

Somos también una generación sobreendeudada. Según la Encuesta Financiera de Hogares 2021, el 47% de los hogares jóvenes —aquellos con jefatura menor de 35 años— presenta deuda bancaria o de consumo, con alta exposición al crédito informal. Estudiar y trabajar ya no son rutas al ascenso, sino herramientas para sobrevivir en un sistema que se moderniza sin equidad.

Una Generación que Actúa, pero sin Estructura de Apoyo

Sin embargo, la juventud chilena no está inmóvil. Según la 10ª Encuesta Nacional de Juventud del INJUV (2022), más del 70% de los jóvenes estudia o trabaja, y la mitad de quienes estudian también se desempeñan laboralmente. Esta no es una generación que espera: es una que actúa. Lo hace desde el compromiso con su familia, desde el esfuerzo silencioso, y muchas veces, desde la precariedad.

Lo que falta no es motivación ni talento. Lo que falta es estructura. Políticas que reconozcan que el tránsito hacia la vida adulta hoy implica simultáneamente estudiar, trabajar, endeudarse y cuidar. Un país que no entiende eso, abandona a sus jóvenes en el peor momento.

Es hora de que Chile le devuelva algo más que aplausos simbólicos a esta generación. Porque cuando una generación queda en pausa, todo el país pierde el impulso que más necesita: el que viene desde su futuro.

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