En un sorprendente giro de los acontecimientos, Marruecos se alzó como la nueva potencia del fútbol juvenil al coronarse campeona del Mundial Sub-20. Esta victoria no fue casualidad, sino el resultado de una estrategia de desarrollo a largo plazo que ha transformado el panorama del fútbol en el país norteafricano.
La Apuesta por la Formación y la Identidad
Tras su destacada actuación en el Mundial de Catar 2022 y la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de París 2024, la Federación Marroquí de Fútbol consolidó un modelo que apuesta por la formación y la identidad. En 2019, inauguraron su academia nacional en Salé, una inversión de 63 millones de euros orientada a detener la fuga de talentos y fortalecer sus bases.
Un Ejemplo de Planificación y Continuidad
Este centro de alto rendimiento, conocido como el CARDIF (Centro de Alto Rendimiento de las Divisiones Formativas), no es solo un espacio de entrenamiento, sino una política de desarrollo integral para el fútbol marroquí. Aquí, los jóvenes reciben formación técnica, educación, liderazgo y atención a la salud mental, buscando que crezcan como futbolistas y como personas.
La inversión de 4 millones de dólares en este «Parque Deportivo» de más de 5.000 m2 ha dado sus frutos, con 2.000 niños acudiendo semanalmente a las instalaciones. Este proyecto, respaldado por la FIFA, la CONMEBOL y fondos propios de la Asociación Marroquí, ha sido clave para el éxito de la selección sub-20.
Lecciones para Otros Países
El caso de Marruecos contrasta con la realidad de otros países de la región, como Chile, que ha tenido una clasificación a Mundiales del 27% en la última década, muy por debajo del 91% de Argentina. Esto evidencia la falta de una mirada sistémica sobre la formación en el fútbol sudamericano.
Sin embargo, hay ejemplos cercanos que merecen ser estudiados, como el modelo paraguayo del CARDIF. Este centro integra la formación técnica, la educación, el liderazgo y la salud mental de los jóvenes, convirtiéndose en un verdadero «Parque Deportivo» que ha recibido el respaldo del Comité Olímpico y la Secretaría Nacional de Deportes.
La clave está en dejar de mirar al rival con resentimiento y empezar a observar lo que están haciendo bien. El éxito ajeno no nos disminuye, sino que puede inspirarnos y mejorarnos cuando se trata de competencias. Porque el fútbol, antes que nada, debe ser un espacio de compañerismo, aprendizaje y encuentro.
Cuando un país logra mirar al otro con esa perspectiva, deja de temerle a las diferencias y empieza realmente a crecer. Marruecos ha demostrado que es posible, y ahora es el turno de otros países de la región de seguir su ejemplo.