Jorge ‘Peineta’ Garcés, uno de los entrenadores más icónicos del fútbol chileno, ha cargado durante años con una gran tristeza y remordimiento tras la muerte de su amigo y colega, Eduardo Bonvallet. En una emotiva entrevista, Garcés reveló que si tan solo hubiera podido hablar con Bonvallet en los días previos a su trágica decisión, quizás habría podido evitar el desenlace.
La Última Comida y el Arrepentimiento Eterno
Garcés recordó que aproximadamente un mes antes, había almorzado con Bonvallet en el parque Arauco, donde solían conversar sobre fútbol. «Me encantaba hablar con él. Me encantaba. Lo felicitaba cada vez que tenía sus programas, y le pegaba patada a las fichas, con su pizarra y todo», expresó Garcés con nostalgia.
Sin embargo, cuando llegó el fatídico momento, Garcés lamentó no haber podido estar más cerca de su amigo. «Me hubiese gustado conversar con él los días previos, a lo mejor hubiese podido haber hecho algo, pero yo estaba en Viña, él estaba en Santiago», se lamentó el entrenador.
El Dolor de la Despedida
Garcés también recordó lo «muy duro» que fue enterarse de la noticia de la muerte de Bonvallet. «No se pudo hacer una misa en la iglesia para despedirlo. Tú sabes que las personas que tienen la valentía, o con la depresión, uno no sabe, porque no somos depresivos, pero que tienen la valentía de dejar esta vida, no te permiten despedirlo en la iglesia», explicó.
El entrenador relató que fue uno de los primeros en llegar al lugar y que «cuando supe, y cuando vi sobre todo imágenes, lloré toda una noche prácticamente».
Un Legado Imborrable
A pesar del profundo dolor, Garcés reconoce la importancia del legado de Bonvallet. «A algunos no le gustaba por su forma, pero en el fondo (lo que decía) era la verdad. Pero fue predecible todo lo que iba sucediendo, porque después fuimos campeones de América», recordó.
La eterna tristeza de ‘Peineta’ Garcés es un testimonio del impacto que puede tener la pérdida de un ser querido, especialmente cuando se siente que se pudo haber hecho algo para evitarlo. Su arrepentimiento y la imposibilidad de despedirse adecuadamente son heridas que aún no han sanado por completo.
