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viernes, octubre 17, 2025

Gustavo Gatica: La Voz del Estallido Social Que Aún Resuena en Chile

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Seis años después del estallido social que sacudió a Chile, el caso de Gustavo Gatica Villarroel se ha convertido en un símbolo perdurable de las aspiraciones de justicia y transformación que impulsaron aquellas masivas protestas. Lejos de ser solo una explosión de rabia, el estallido fue la manifestación visible de un malestar que llevaba décadas gestándose en la vida cotidiana del país.

El pueblo chileno ha experimentado durante mucho tiempo una violencia silenciosa y constante, reflejada en sueldos injustos, hospitales colapsados, pensiones insuficientes y una creciente desigualdad que se hereda como un destino inevitable. Esta violencia social y económica fue acumulando una presión que, tarde o temprano, tenía que estallar.

Las señales estaban ahí: el movimiento estudiantil del 2006, las protestas del 2011, las marchas por No + AFP en 2015, la ola feminista del 2018. Cada una de esas luchas fue un anticipo del estallido, capítulos de una misma historia marcada por la desigualdad y por una creciente distancia entre las instituciones y la gente.

Cuando la Desesperanza se Convierte en Acción

Cuando nos preguntamos por qué alguien estaría dispuesto a quemar el transporte público que lo lleva al trabajo, lo que se expresaba no era solo destrucción, sino desesperanza. Era el grito de quienes se sintieron toda la vida fuera de la historia, sin ser escuchados. Esa violencia no es la del poder, sino la del cansancio. Y aun cuando debe ser condenada, merece ser comprendida en su raíz.

Pero hubo otra violencia, más brutal y difícil de asumir: la ejercida por el Estado a través de Carabineros, que estuvieron dispuestos a violar los derechos humanos de cientos de personas. Reconocer estos hechos, hacer justicia y garantizar que no se repitan es una deuda ética y democrática que Chile aún debe saldar.

La Esperanza Frustrada del Estallido

El estallido fue un momento de esperanza. Durante esas semanas, millones salieron a las calles con la convicción de que Chile podía ser distinto. Estudiantes, trabajadores, mujeres, jubilados, jóvenes sin futuro, todos con su propia forma de decir «basta».

Sin embargo, la política nuevamente no supo estar a la altura. Intentó canalizar esa energía a través de los procesos constituyentes, pero ambos fracasaron. Y ese fracaso no se explica solo por los contenidos, sino, una vez más, por la distancia entre representantes y representados.

Hoy, la derecha busca cambiar desesperadamente el relato del estallido, ignorando los anhelos y las manifestaciones multitudinarias que existieron en todo el país, y repitiendo de manera maliciosa que todo fue violencia y saqueo. Estos líderes obstinados y torpes desconocen la realidad de su propio país.

Repensar la Democracia para Reconstruir el Tejido Social

El desafío no es evitar otro estallido, sino repensar la democracia para que vuelva a tener sentido: una democracia donde los representantes sean la voz del pueblo y trabajen en políticas públicas reales para mejorar la vida de las personas.

Porque lo que está en juego es el tejido social: esa red invisible que nos une. Y esa red no se reconstruye con miedo ni con odio, sino con algo mucho más frágil y poderoso: con amor.

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