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lunes, octubre 13, 2025

Cuando la Primavera Chilena Enfrenta una Esquina Rota

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La primavera, esa estación que suele traer consigo un anhelo de unidad, justicia y empatía, se enfrenta hoy a una peligrosa fractura en el corazón de Chile. Mientras el país transita por una crisis sin precedentes en el Poder Judicial, con jueces suspendidos y acusaciones de tráfico de influencias, la confianza en la equidad de la justicia se desvanece.

Pero esta no es la única grieta que amenaza el alma de Chile. La fragmentación política se ha convertido en una trinchera que desangra la conversación pública, dejando entrever más afán de imponer verdades que de construir acuerdos. Cuando la política se desentiende de la ciudadanía, esta se exilia del proceso democrático, como lo demuestran las encuestas que revelan que más del 80% de los chilenos no confía en los partidos y apenas un 10% lo hace en el Congreso.

Y como si el desencanto no bastara, la esquina rota se extiende hacia la ética pública. Los casos de corrupción en fundaciones, que expusieron el uso discrecional de recursos públicos sin distinción de colores políticos, han corroído la confianza en la democracia misma.

Pero quizás el ruido más profundo provenga de una memoria debilitada. Cincuenta años después del golpe de Estado, aún se escuchan voces que relativizan las violaciones a los derechos humanos o reivindican la mano dura como virtud. Cuando autoridades o dirigentes públicos banalizan la tortura o ponen en duda la historia, el país retrocede hacia sus sombras.

Salir a buscar la primavera

Sin embargo, hay quienes, como en 1985, siguen recordando. Aquel año, el actor Roberto Parada, mientras interpretaba «Primavera con una esquina rota», recibió la noticia del asesinato de su hijo. Aun con el alma devastada, decidió continuar la función, demostrando que el alma de Chile no puede seguir dependiendo de la espera pasiva de un cambio de estación.

No basta con aguardar la llegada de la primavera: hay que salir a buscarla, con voluntad, firmeza y valentía. Eso significa volver a mirar al otro como un igual, comprender que la divergencia no es amenaza, sino posibilidad, y rechazar la violencia discursiva, el negacionismo y la corrupción cotidiana que nos anestesia.

Porque si algo nos enseña Benedetti y nuestra propia historia, es que las primaveras no son regalos: son conquistas. Y cuando el alma de un país se fractura, solo la esperanza activa —la que camina, la que conversa, la que se atreve a disentir— puede reconstruirla.

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