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viernes, septiembre 5, 2025

Tejiendo Memorias: La Manta del Abuelo y la Resistencia Familiar

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En la Galería Metropolitana, la exposición de Ignacio San Martín Godoy, titulada «Fragmentos del Sonido a la Materia», nos sumerge en un viaje emocional y político a través de los recuerdos familiares. Lejos de una simple narración lineal, esta obra se erige como un esfuerzo por transformar lo personal en público, sin renunciar a la complejidad ni a la exigencia estética.

La sala se organiza como un montaje íntimo, donde diversos elementos se entrelazan para crear una experiencia multisensorial. A la izquierda, un monitor vertical proyecta a la hermana del artista, Carla, en una danza contemporánea que responde a la voz de la madre, Claudia, evocando al abuelo desaparecido, Carlos. En el centro, la manta tejida por el abuelo se convierte en una reliquia cargada de simbolismo, un refugio que funcionó como economía de resistencia.

La Manta como Materia y Símbolo de la Fractura

La manta, originaria de la casa familiar, deja de ser un simple objeto doméstico para convertirse en una pieza dramática y catártica. Su colorido terroso dialoga con la sala, evocando la idea de un refugio que sirvió como resistencia. Una proyección apenas vislumbra una sombra que se escurre a través de los entramados del telar, una fantasmagoría explícita de la ausencia y la presencia de un fragmento de historia que necesita ser mediado por el artista.

Estrategias Formales y Procedimentales

La obra de Ignacio articula tres estrategias clave: la traducción material (convertir voz y memoria en manta, cerámica y video), la performatividad del cuerpo (la danza de Carla encarna el relato) y la cartografía incompleta (el diagrama de fotografías muestra vínculos y vacíos que invitan a completarse). Estas decisiones de montaje son parte de un área del trabajo artístico que, según el artista, se remonta a sus inicios en la pintura.

Memoria, Fantasmas y Responsabilidades Compartidas

Al presentar fragmentos y no totalidades, Ignacio obliga al espectador a ocuparse de la ausencia como terreno de conocimiento, reconstruyendo y asumiendo la deuda con aquello que fue silenciado. La muestra evita la retórica del dolor ostentoso y opta por la precisión de lo mínimo, transformando el recuerdo privado en un dispositivo público sin trivializarlo.

En palabras de la curadora Danae Díaz Jeria, se trata de «urdir memorias gracias al fragmento y a la traducción de los mismos en distintos soportes». Esta disposición discursiva es también una decisión política, que confirma que la Galería Metropolitana puede ser un espacio vivo de memoria y juicio, apostando por una relación barrial y comunal.

En este caso, exhibir relatos familiares implica posicionarse frente a un pasado implicante, reconociendo que la historia colectiva tiene bordes porosos y que los fragmentos del hogar contienen relatos que la esfera pública tarda en acoger. Así, este proyecto desafía la economía de lo visible, donde la materialidad puede sostener una política de la memoria en conjunto con la potencia artístico-poética.

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