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viernes, agosto 1, 2025

Lecciones Aprendidas: Cómo Chile Evolucionó en la Gestión de Emergencias por Desastres Naturales

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Han pasado 20 años desde el falso tsunami que sembró el pánico en la región del Biobío en Chile. Aquel incidente del 16 de enero de 2005 evidenció la fragilidad de la confianza en los sistemas de alerta y las autoridades encargadas de gestionar la información en situaciones de emergencia.

Hoy, en 2025, el país parece haber aprendido algunas lecciones importantes. Las alertas se generan en minutos, gracias a la tecnología avanzada, como el Sistema de Alerta de Emergencia (SAE). Esto se puso a prueba recientemente cuando las olas potenciales generadas por un terremoto en Rusia amenazaron las costas chilenas. En esta ocasión, la alerta llegó de manera casi instantánea, detallando los horarios estimados de la llegada de las olas y las zonas de riesgo.

Avances Tecnológicos, pero Persistente Desconfianza

Sin embargo, persiste una paradoja. A pesar de los avances tecnológicos y las mejoras en la educación sobre emergencias, la población chilena sigue siendo, en gran medida, reactiva más que proactiva. Existe una especie de escepticismo estructural generado por los errores del pasado, lo que puede llevar a la inacción o la pasividad frente a una emergencia real.

Incluso con alertas rápidas y claras, la población a veces no reacciona como se espera. La falta de preparación emocional y de cultura de riesgo se entrelaza con la estructura social, que, aunque ha vivido crisis y desastres naturales de forma recurrente, no ha internalizado completamente la importancia de la acción inmediata, responsable e informada ante una amenaza.

Abordar los Aspectos de Salud Mental

Los desastres naturales tienen consecuencias no solo materiales y físicas, sino también psicosociales. Problemas de salud mental, como el trastorno de estrés postraumático, trastornos depresivos y consumo de sustancias, son comunes en estas situaciones. Sin embargo, aún existen barreras en el manejo de la salud mental que deben ser abordadas.

Es necesario que, como país, se desarrollen diversas estrategias y modelos de intervención para intentar atenuar este impacto y lograr una recuperación más temprana de la sociedad.

Hacia una Cultura de Responsabilidad Individual

Si bien la evolución de los sistemas de alerta y la mejora en la educación sobre emergencias son pasos positivos, no son suficientes para transformar completamente la relación de la sociedad con la seguridad. Es necesario fomentar una cultura de responsabilidad y acción individual que comience en las escuelas y se extienda a los lugares de trabajo y las comunidades.

Los ciudadanos deben ser parte activa de la respuesta ante la emergencia, y no meros receptores de información. La pregunta es si, finalmente, como sociedad, seremos capaces de superar nuestras propias limitaciones en cuanto a reacción y preparación ante lo inesperado.

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