En una era donde la tecnología se ha vuelto omnipresente, incluso las relaciones sociales de los adolescentes están sufriendo una transformación radical. Un reciente estudio de Common Sense Media, una organización sin fines de lucro dedicada a evaluar contenido tecnológico, revela una tendencia alarmante: el 72% de los jóvenes entre 13 y 17 años en Estados Unidos ha utilizado alguna vez asistentes de inteligencia artificial (IA) diseñados para conversar de manera personalizada y emocional.
Más aún, más de la mitad (52%) lo hace de manera habitual, y lo más sorprendente es que uno de cada tres adolescentes considera que hablar con una IA es igual o incluso más satisfactorio que hacerlo con personas reales. Esto plantea interrogantes sobre cómo la tecnología está transformando las relaciones sociales de los jóvenes.
¿Por qué los adolescentes prefieren a las IA?
Las razones son variadas, pero en su mayoría se relacionan con la curiosidad y el entretenimiento. Un 33% de los encuestados señaló que utilizan estos asistentes de IA para practicar conversaciones, recibir apoyo emocional, hacer ‘role play’ o incluso tener interacciones románticas. Sin embargo, solo un 6% confesó que lo hacía para sentirse menos solo.
Para los expertos, si bien este último porcentaje puede parecer bajo, «incluso un 6% es demasiado cuando hablamos de reemplazar vínculos humanos con algoritmos». Advierten que «los compañeros de IA están apareciendo justo cuando los adolescentes se sienten más solos que nunca», y que «esta generación está reemplazando la conexión humana con máquinas y compartiendo su intimidad con empresas que no tienen su bienestar como prioridad».
¿Qué tan preocupante es esta tendencia?
Si bien el 50% de los adolescentes desconfía de la información que les entregan estas IA, y los de mayor edad tienden a ser más escépticos que los más pequeños, los expertos consideran que se debe actuar con urgencia desde distintos frentes: padres, educadores, legisladores y las propias empresas tecnológicas.
La solución, aseguran, comienza en casa: fomentar conversaciones abiertas sobre los límites de la inteligencia artificial y enseñar que, por muy empática que parezca una máquina, nada reemplaza una charla honesta con un ser humano. Solo así podremos evitar que los vínculos sociales de los jóvenes se vean cada vez más erosionados por la tecnología.