Chile ha logrado posicionarse como un referente en Latinoamérica por la excelencia de su sector sanitario, específicamente en el tratamiento y distribución de agua potable. Esta industria, compuesta por empresas como Essbio, Esval y Aguas Andinas, ha recibido elogios de participantes del IFAT Brasil 2025, un importante congreso internacional sobre agua, alcantarillado y soluciones de residuos.
El modelo chileno se basa en una colaboración entre empresas privadas y la regulación estatal. Por un lado, las compañías privadas se encargan de los procesos de potabilización y distribución del agua hasta los hogares, algunas incluso cotizando en bolsa. Por otro lado, la Superintendencia de Servicios Sanitarios (SISS), dependiente del Ministerio de Obras Públicas, se encarga de fiscalizar y monitorear la calidad del agua y los procesos de saneamiento.
Según Enrique Montes, gerente de ventas para América Latina de la firma alemana Binder Engineering, especializada en tecnologías para el tratamiento de aguas, «en la práctica, el modelo del sector en Chile es lo mejor que se ha visto en el análisis correspondiente a América Latina». Esto se debe a que «el modelo privado hace que se tenga una dinámica de mejora continua de los servicios prestados en aguas y tratamiento de aguas».
Gracias a este marco regulatorio, las empresas privadas se ven obligadas a invertir una parte de sus ganancias año a año para mejorar sus operaciones, lo que redunda en un beneficio directo para el usuario final. De hecho, Chile cuenta con un 98,8% de la población con acceso a agua potable y un 95,3% con acceso a saneamiento básico, cifras que lo posicionan como un referente regional.
Sin embargo, el representante de Binder Engineering también señala algunos desafíos, como el impacto de los incrementos en el precio de la energía y la necesidad de inversión en nuevas tecnologías. Esto ha congelado en cierta medida los presupuestos destinados al mantenimiento y renovación de equipos, lo que podría afectar a mediano plazo la calidad del servicio.
En definitiva, el modelo chileno de saneamiento de agua, basado en la colaboración entre el sector privado y la regulación estatal, ha logrado posicionar al país como un ejemplo a seguir en Latinoamérica, ofreciendo a sus ciudadanos uno de los servicios de agua potable más seguros y accesibles de la región.