La provincia de Nápoles, en el sur de Italia, fue sacudida este lunes por un poderoso terremoto de magnitud 4,6, el más fuerte registrado en la zona en los últimos 40 años. El epicentro se ubicó en la caldera volcánica de los Campos Flégreos, a una profundidad de 4,9 kilómetros.
Pese a la intensidad del movimiento telúrico, que se hizo sentir con fuerza a las 12:47 hora local (6:47 hora de Chile), no se han reportado víctimas fatales. Sin embargo, el fenómeno natural provocó el derrumbe de algunas rocas del islote Pennata, en el golfo de Pozzuoli.
Rápida respuesta de las autoridades
Poco después del sismo, el Ayuntamiento de Nápoles anunció que no se habían detectado «problemas críticos» producto del fuerte temblor. «La Protección Civil activó rápidamente el seguimiento, no encontrando solicitud alguna de asistencia o situación crítica», explicaron.
Por su parte, el alcalde de Pozzuoli, Luigi Manzoni, señaló a través de sus redes sociales que «el temblor que hemos sentido ha sido fuerte, pero por el momento no se han registrado daños».
Antecedentes sísmicos en la zona
Cabe señalar que esta no es la primera vez que la provincia de Nápoles se ve sacudida por un terremoto de magnitud considerable. En mayo de 2024, se registró un sismo de magnitud 4,4 en la misma zona de los Campos Flégreos, provocando escenas de pánico entre los habitantes, aunque sin causar daños.
El récord anterior en Nápoles se remonta al del 27 de septiembre de 2024, ocasión en que la magnitud registrada fue de 4,2.
Una zona geológicamente activa
La provincia de Nápoles se encuentra entre el gran volcán Vesubio y los Campos Flégreos, una caldera con una veintena de cráteres, muchos bajo el mar, denominada así (tierra ardiente) por los antiguos griegos. Esta intensa actividad geológica explica la frecuencia de los temblores en la región.
Si bien los últimos sismos no han causado daños graves, las autoridades mantienen una vigilancia constante para estar preparados ante cualquier eventualidad. La rápida respuesta de la Protección Civil y las declaraciones tranquilizadoras de los alcaldes locales han sido clave para evitar mayores consecuencias.