En una victoria para el gobierno del expresidente Donald Trump, el G7 (grupo de las siete principales economías del mundo) ha anunciado un acuerdo para eximir a las grandes multinacionales de Estados Unidos del pago del impuesto mínimo global del 15% pactado en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Este pacto se convierte en un triunfo para Trump, quien presionó fuertemente por este compromiso durante su mandato. Casi 140 países habían llegado a un acuerdo en 2021 para gravar a las empresas multinacionales con un impuesto mínimo, un acuerdo negociado bajo los auspicios de la OCDE y profundamente criticado por Trump en su momento.
La presión de Trump da sus frutos
El Acuerdo Fiscal Global, negociado durante el gobierno del demócrata Joe Biden, establecía una tasa mínima de impuesto global de 15% para evitar la competencia entre jurisdicciones por establecer los impuestos corporativos más bajos y frenar la evasión fiscal de grandes multinacionales. Sin embargo, Trump firmó órdenes ejecutivas que suponían la salida de EEUU de dicho pacto nada más llegar a la Casa Blanca.
Ahora, el G7 ha anunciado que eximirá a las empresas estadounidenses de ese impuesto mínimo global. Según el comunicado, esta modificación «proporcionará mayor estabilidad y certeza al sistema tributario internacional en el futuro» y permitirá «un diálogo constructivo sobre la tributación de la economía digital y la preservación de la soberanía fiscal de todos los países».
Defensa de los intereses estadounidenses
Para el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, este acuerdo supone una defensa de los intereses de su país. Bessent celebró que se hayan «defendido los intereses de EEUU» y a cambio pidió al Congreso eliminar la llamada cláusula 889, que contemplaba impuestos en represalia.
Ahora, el G7 ha expresado su voluntad de apoyar esta postura en las negociaciones con el G20 y con la OCDE, con el objetivo de «alcanzar rápidamente una solución aceptable y aplicable para todos». Sin duda, este pacto representa un triunfo diplomático para la administración Trump y un revés para los esfuerzos internacionales por gravar de manera más justa a las grandes corporaciones.
