América Latina se encuentra en una encrucijada crucial. Mientras el capital internacional vuelve a mirar con apetito hacia nuestros mercados emergentes, la revolución tecnológica que podría ser la palanca definitiva de desarrollo amenaza con profundizar nuestras históricas brechas estructurales. Nos acercamos a un punto de inflexión que definirá si somos protagonistas del futuro o simples espectadores del nuevo orden económico digital.
El fenómeno no es menor. En 2024, la inversión en startups latinoamericanas creció un impresionante 26%, superando incluso a Europa (7%) y al Sudeste Asiático, que cayó un 34% (mayo 2025, Reuters). Este repunte no es casual. Las tensiones geopolíticas, el nearshoring y la revalorización de los mercados emergentes empujan a fondos como Robeco o Discovery Capital a diversificar fuera de Wall Street y posicionarse en México, Brasil, Chile o Colombia.
Juventud, Transformación y el Reto de la Inteligencia Artificial
La región ofrece lo que pocos pueden combinar hoy: una población joven, costos competitivos y, sobre todo, necesidad de transformación. Sin embargo, aquí entra el segundo vértice de esta ecuación: la (temida) inteligencia artificial.
Un informe conjunto del Banco Mundial, la OCDE y la OIT sobre el impacto de la IA generativa en el empleo en América Latina, advierte que entre el 26% y 38% de los trabajos en la región están expuestos a esta tecnología. De ellos, solo entre un 8% y 14% podrían beneficiarse significativamente en productividad, mientras que hasta un 5% corren serio riesgo de automatización directa. Y no hablamos del mundo informal o rural, sino de sectores urbanos y formales, donde la transformación puede ser más rápida… y más dolorosa.
¿Cómo Anticiparse al Desajuste Laboral?
Esto nos lleva a una pregunta urgente: ¿puede la ola de inversión y emprendimiento tecnológico ser usada estratégicamente para anticiparse al desajuste laboral que provocará la IA? ¿Estamos formando a nuestros líderes empresariales y políticos para gestionar no solo la oportunidad del capital, sino el riesgo social del reemplazo masivo de habilidades?
La respuesta, hoy, es incómoda. Seguimos celebrando rondas de inversión récord mientras nuestros sistemas educativos y de formación laboral siguen atrapados en el siglo XX. Nos ilusionamos con el unicornio del mes, pero no preparamos al repartidor, al cajero o al analista de datos que pronto será sustituido por un algoritmo.
Un Nuevo Pacto para el Siglo XXI
América Latina necesita articular un nuevo pacto entre capital, tecnología y sociedad. Un pacto que convoque a fondos, startups, universidades, gremios y gobiernos a no repetir el error de la globalización extractiva. Que entienda que una startup con financiamiento internacional es tan estratégica como una política pública de reconversión laboral. Y que comprenda que sin gobernanza, lo que parece progreso será, simplemente, una nueva forma de desigualdad.
Si no actuamos hoy, la promesa de un renacimiento económico digital podría convertirse en la distopía más sofisticada de nuestro siglo.
